Burundanga de Zocotroco
José M. Umpierre
De coincidencias se va haciendo la vida y, si se piensa que cada cual escribe su destino, son los encuentros imprevistos los que van apuntando el camino. He llegado a la edad (en julio cumplí 78) en que las plantas de mi jardín se han convertido en objeto primario de atención y significado. Lo he intentado anteriormente sin éxito alguno, confío que en esta ocasión sea distinto. El curso de la experiencia le añade motivos y sentimientos que incentivan mantener una fuerza viva en el patio de la casa que habito.
Hace un tiempo atrás intenté un techo verde con resultados funestos. La casa si se refrescó, la grama no sobrevivió el sol y las plantas perecieron ante lo abrasador del calor y mi falta de disciplina. El experimento culmino con remoción y sellado de techo con chorreantes filtraciones.
La inmediatez del jardín invita a la determinación presente de desentenderme de mi entorno. He intentado comprender y explicarme este tiempo y lugar para cultivar inmensas decepciones. Cada vez que miro, salta de la convicción que la condición colonial es la matriz de nuestros in fortunios, una contradicción fundamental a los derechos de la democracia. Los esfuerzos por salir de ese oprobio cada vez parecen más inconsecuentes. El panorama partidista se ha tornado tan apático que apenas la mitad de la población inscrita se allegó a votar en la última elección.
Razones que mejor explican el porqué el refugio en el jardín. El patio comenzó con trinitarias (que crecen sin remedio) algunos helechos de escaso mantenimiento, cruz de malta y papiros que igual se cuidan solos. Hasta que comenzaron a llegar de vuelta los Bonsai. Harán cuatro décadas en que Raúl Sosa fue mi vecino y coexistimos en el espacio donde comenzó lo que llegó a ser una impresionante colección de los diminutos arbolitos. La pérdida reciente de Raúl me hizo heredero de parte de ese patrimonio.
Recién hice una visita al Museo Whitney en la ciudad de Nueva York. La exposición que más me impresionó fue una siembra de cítricos en el 6to piso. Uno de esos montajes de arte conceptual ecológico sobre la necesidad del cultivo para la sobrevivencia. Recién había adquirido un arbolito de limón en la Feria de Flores de Aibonito, lo que motivo uno de esos momentos de: algo así yo puedo. De regreso a la Patria, a través de los medios sociales me entero de una venta de arbolitos de limón, al igual que de bonsái.
El camino de San Juan al Barrio Magueyes en Barceloneta un domingo de verano tropical tuvo de todo, trayectos, de lluvia, a veces de lloviznas, otros de sol y cielos azules. La tecnología funcionó con eficiencia y llegué al patio de Jeleali Vega, que no es menos que un pequeño jardín de maravillas. Mi primer motivo era los árboles de limón, lo que vi en Bonsai me detuvo, como me detuvo a conocer al autor.
Jeleali es un Boricua de 38 anos, residente en el Barrio Magueyes de Barceloneta que regresa a la tierra tras una que otra voltereta. Terminó sus estudios de Escuela Superior en la Inmaculada de Manatí en 2003. “Era bueno en dibujo, en segundo grado gané una competencia de pintura. Tuve suficiente promedio para entrara al Colegio de Ingeniería, Agricultura y Artes Mecánicas de Mayagüez que, junto con el Recinto de Rio Piedras y de Ciencias Médicas, se consideran las joyas en la corona de la Universidad de Puerto Rico.
De 2003 a 2006 Ali estudio tres años de agricultura en el Colegio, cambiando de concentración desencantado cuando la Gobernadora Calderón anuncio el recorte de fondos a la agricultura. Lo lleva a un cambio en sus estudios a biotecnología. “Me fui a la Interamericana en Arecibo, me convalidaron un ano y en 2011 obtuve mi grado en ciencias. No comía libros, pero era perceptivo visualmente, bueno en matemáticas y español.”
La trayectoria académica y laboral de Ali es un espejo de las políticas que han intentado poner en marcha la economía del país, el afán de industrializar a la sombra del neoliberalismo y la contraofensiva patronal ante los derechos de los trabajadores. Ali se acogió al Desarrollo de la alta tecnología industrial post 936 y laboró como operador en la Boston Cientific por un año en equipos para condiciones cardiacas. Luego trabajó en Abbott Biotecnologías, Eli Lilly y Pfizer como operador químico en todas ocupando plazas temporeras de contratista, sin seguridad de empleo. ni beneficios.
El fin de contrato lo deja desempleado en 2019, semanas antes de la pandemia. Se acoge a la venta de autos usados y a una cosecha de mil plantas de plátano en el centro de la Isla (Utuado) que le robaron. No empece a retrocesos y desafíos, Ali insiste en la tierra. En 2020 retorna los Bonsai que cultivaba de pequeño y lo convierte en tema de estudio y trabajo. En 2023 crea el Bonsai Art Gallery de Puerto Rico donde exhibe su producto y presenta tutoriales sobre su experiencia en el mantenimiento de los arbolitos. Igual cultiva árboles frutales para la venta.
Yo le compré cuatro retoños de limón y dos miniaturas, le propuse además hacer este cuento que intenta ejemplificar las consecuencias de una ausencia de una política de desarrollo económico, que atienda más que el empeño neoliberal de privatización a todo costo y restar derechos a los trabajadores, que arríen como mejor puedan. En este caso, se dieron con un Boricua que aprendió de artes y de ciencias, de agricultura y de eso de la botella de vidrio que flota. El reinventarse ante la adversidad devuelvan a Ali a la tierra que le inspira
Requieren los arbolitos de Bonsai un caudal de conocimiento para su siembre y mantenimiento, así como infinita paciencia e insistente dedicación, la disciplina férrea de todos los días. Que no dejan de ser virtudes que bien le quedan al carácter nacional. Porque así somos los Boricuas, anexionistas, nacionalistas, soberanistas, estadolibristas, independentistas; a todos nos resulta inevitable permanecer enamorados de esta tierra prodigiosa, de maravillosa biodiversidad, fértil y fecunda, con el encanto de su flora y su fauna, sus colores y sabores. Inspiración que encuentra cauce en los Bonsái de Jeleali.
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Copyright 2024 por José M. Umpirre. Los fotos cortesia del autor.