Burundanga de Zocotroco
Para iniciar el año vuelven a escena las fiestas en la Calle San Sebastián cerrando el extenso periodo navideño que celebramos acá. Un gentío en modalidad de jolgorio que despliega vibrante una parte de lo que somos, un pueblo fiestero. Sería injusto y prejuiciado adscribir a un solo rasgo pues los pueblos son una pluralidad de características, pero de que hay rasgos dominantes, pues eso se puede apreciar. Para determinar cuanto, que desfile la evidencia.
No creo exagerar si digo que este año, todavía presentes algunos estragos de la devastación que hicieran los huracanes, con la sombra ominosa de austeridad y amenaza de retroceso, se tiraron las puertas por las ventanas. Y todo luce que se aplicaron las lecciones aprendidas en las 48 versiones pasadas de cómo manejar civilmente el desfile de un estimado millón de habitantes y visitantes que se dan cita en el casco de la Vieja Ciudad. Se reforzaron medidas de seguridad con 580 policías de la Guardia Municipal, 550 de la policía estatal y 150 guardias privados, además de perros y del ejército de ujieres en las entradas. Se levantaron 100 torres de luz para asistir con la iluminación y se registró el evento a través de 28 cámaras de seguridad.
El Municipio habilito 8 espacios por donde transitó lo mejor de nuestra música: con orquestas de la resonancia de Pirulo y su Tribu, Willie Rosario, Macabeo y la Sonora Ponceña, deleitaron Víctor Sanabria, Roy Brown, Pedro Capó y Atabal, DJ Velcro y Vico C, cerrando el domingo con Iris Chacón, Yolandita Monge y Olga Tañón que hicieron patente que Ponce de León equivoco en buscar la Fuente de la Eterna Juventud en la Florida.
Cuenta la historia que en la primera parte del Siglo19 gobernó en Puerto Rico el general Miguel de la Torre. Derrotado en Carabobo por el Libertador, llegó a San Juan con la intención y el mandato de imponer el orden y aplacar toda sublevación. En primer término adoptó los poderes omnímodos y reglamentó la vida en su detalle con sus bandos, hasta que se disipó la amenaza. Luego se acogió a la política de que el pueblo que se divierte no conspira. Y mire usted si todavía nos acosa la sombra de las tres b (baile, botella y baraja).
Cualquier parecido con los poderes plenarios que nos rigen ahora no es coincidencia accidental; que nos demos a la fiesta con desenfreno es una forma de obviar o encontrar distracción al bollete en que estamos no debe sorprender. Nada nuevo, así ha sido desde siempre.
Lo he dicho antes y no me cansaré de repetirlo, si del arte y la cultura en este país dependiese nuestra soberanía, hace mucho tiempo seríamos dueños de nuestro destino. Y lo vibrante de esa aseveración es buena parte de lo que mueve multitudes a celebrar en la calle. Bálsamo dulce para lo amargo de una contracción económica y una austeridad que amenaza, pero no disipa esta capacidad que tenemos para celebrar.
Hamilton, Miranda y Fallon
A la inmensa algarabía de las Fiestas de San Sebastián se añade la puesta en escena de Hamilton, que se perfila como el evento de la época; con merecida razón. La obra, más encumbrada por reconocimiento no podría estar y acá, donde el elogio es asunto de miseria, ha logrado el consenso más categórico de admiración.
Es una inmensa dicha que en algunos asuntos podemos ponernos de acuerdo y que la admiración se desborde a Lin Manuel y Luis Miranda, que demuestran ser Boricuas de pura cepa, ajenos a su localización. La controversia y la crítica en torno a la sala de presentación se disipó a poco ante la acogida de público, no sin dejar algo de amargo para los universitarios. Ante salas repletas de público entusiasta y comentarios por los cielos de los mejores entendidos, Hamilton ha sido un evento histórico y este pueblo tiene una deuda de agradecimiento con los Miranda.
Parte de su gestión fue invitar al comediante de The Tonight Night de Jimmy Fallon a salir del estudio por primera vez y venir a grabar un capítulo en Puerto Rico. Acá llego el joven comediante para conocer la tierra de su amigo Lin Manuel y rendir un testimonio de afecto memorable. Fallon cantó en el escenario de Hamilton vestido de época, tocó palitos con Bad Bunny a ritmo de Mía por las calles del San Juan, quedó maravillado con los bacalaítos y arroz con jueyes que el chef José Andrés lo llevo a comerse a Piñones, se aterrorizó con el zipline Monstruo de Toro Verde en las montañas, visitó la comunidad de Cantera y terminó cantando en mi Viejo San Juan en la Fortaleza con José Feliciano y Ozuna.
La exposición mediática de ese evento se estima alcance 20 millones de viewers en diferentes plataformas y si se fuese a pagar a razón de $400 mil por 3 minutos, pues nos ahorramos 5.3 millones en promoción. Lástima que no podemos usarlos para abonarle a la deuda pública, pero nos viene muy bien para atraer interés de fueran que nos van a ver en nuestra dimensión light y divertida.
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