Ushi y el País
Mirando atrás los vínculos previos, he tenido relaciones muy gratificantes con animales de cuatro patas. A
excepción del caballo que me tumbó, arrastró y pateó a los seis años, el historial es positivo con perros y gatos.
De muchacho mis padres adquirieron un Bóxer que recuerdo con afecto, pero no recuerdo estar a cargo de su
cuido. Con gatos callejeros he tenido dos episodios; uno terrible, el otro idílico. Los juegos brutos
fulminaron el afecto de una gata que como llegó se fue. ¡Increíble la intuición felina! La otra gata que llegó, se
quedó, se la llevaron y regresó de voluntad propia. La Mishu me amó intensamente, le dediqué un poema, de
los pocos que recuerdo:
Entre mi gata y yo no medían dudas, todo está claro.
Cada cual sabe exactamente a que atenerse.
Por ser ella como es y yo como soy, no hablamos.
¡Nos queremos tanto!
Regalé la Mishu por sed de mundo y romance fallido; luego permanecí célibe por lustros, hasta que la novia de mi hijo y él (ambos) emprendieron
una campaña que me llevó a la llegada de Ushi. Una Boston terrier que en abril cumple un año, y lleva diez meses con yours truly. Su nombre no
tiene significado, me gusta el sonido alegre; va bien con su temperamento vivaz, enérgico y sociable. También es desobediente, se resiste
categóricamente al “ven” y cuando intento cogerla, invariablemente corre.
Yo me resisto igualmente categórico, a ser disciplinario, a entrenar una respuesta con una
recompensa y a tener a mi alrededor nada que parezca obediencia. La perrita no ensucia el entorno
inmediato pero le falta usar el patio con consistencia. Limpiar sus desperdicios es el precio de su
libertad y de la mía, que me exime de rutinas. Para inmensa fortuna, hay un patio y ya se cansará de
verme con la escoba y el mapo adentro, mientras han sido diez meses sin un regaño ni una palabra
áspera; recojo y boto. Me viene bien la humildad de bregar con mierda sin chistar, fortalece el espíritu.
Sirve también como refugio al absoluto aburrimiento que me provoca el estancamiento de la situación político-económica del momento. El
asunto de estatus se ha salido de la temática y el colonialismo, si no está de vuelta en la lista de anatema, luce como asunto
de indiferencia.
Las luchas pequeñas son la orden del día. La discordia disociativa que prevalece en los partidos es el sainete cotidiano, sin que surja un proyecto
con algún asomo de resolver el estancamiento. El beneficio de ser año electoral es que están pavimentado calles. Al menos el alcalde de la ciudad
capital se ha esmerado en esto, que le ha rendido buen beneficio pues las ordenanzas de orden público para cierre temprano tienen la opinión
dividida.
La inflación sigue descontrolada y la vida se hace cada vez más costosa. Los servicios,
particularmente los de salud, se ven afectados por la escasez de proveedores, muchos de los que han
migrado al Norte ante la crisis económica. La crisis ha servido de incentivo a la inversión con
privilegios tributarios concentrados en municipios como Dorado, Isabela, Vieques y Culebra. Igual
ha florecido un turismo air b& b que empuja a la remodelación (gentrificación) de áreas con
potencial turístico. El país y el entorno más inmediato se transforman aceleradamente sin que medie
otra noción que la privatización y la capitalización. Ell estado, la nación y el porvenir colectivo bueno
son ideales nobles que se hacen vetustos y anticuados. Venga zafra para los listos que sabemos de quien viven.
Con frecuencia me invade la desesperanza, la impresión de que estamos en un hoyo y son muy pocas las posibilidades de salida. Se agrava el
sentido de fatalidad cuando no media en el panorama, ni un líder, ni una voluntad mayoritaria para salir de este marasmo. Total, no estamos tan
mal, aquí se viste, se come y la gente se divierte como un pueblo que ríe y que canta.
No creo que la adversidad sea ficción ni espejismo, sí hay una economía subterránea que explica
todo lo que no hace la economía formal y una herencia de baile, botella y baraja que contribuye a
funcionar. Y así vamos dando tumbos, poniendo parchos, haciendo remiendos, improvisando
lo que es posible cuando se carece del poder fundamental de gobernar de acuerdo con nuestros
intereses y futuro. Y yo para sobrellevar las frustraciones me busqué una cachorra, desobediente,
voluntariosa y sumamente cariñosa.
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Copyright por José M. Umpierre. Fotos de la perrita Ushi cortesia del autor. Los otros imagenes en el dominio público.