Muerte sin Certificado de Defunción
por José M. Umpierre
El panorama político Puertorriqueño se reviste de tonos lúgubres con anuncios mortuorios. El cuerpo inerte se supone sea el Partido Popular Democrático, que no es la primera vez que se enfrenta al pronunciamiento fatal. Pero con calma, que el muerto esta vivo y los vaticinios están cargados de una complejidad que se resiste al paso del tiempo y un liderato enardecido con intención de prevalecer contra viento y marea.
El primer anuncio de defunción del Partido Popular lo hizo el exgobernador Roberto Sánchez Vilella ante el caciquismo de Muñoz Marín y la incapacidad del desarrollo del Estado Libre Asociado cuando afirma: “El ELA se estancó ciertamente y ya en 1973 estaba muerto.” De que se estancó no hay duda, ni de que ha retrocedido. Pero también es cierto que ha prevalecido como poder electoral en la Legislatura y las alcaldías.
La segunda nota de disfunción, en su versión mas reciente la encabeza la interpretación de Rafael Cox Alomar, que da a los acontecimientos en torno a la Ley Promesa y el significado político del evento en que se discutió la bancarrota en las finanzas del Estado. En resumidas cuentas, los tres poderes federales reafirmaron la autoridad plenipotenciaria del Congreso Norteamericano sobre Puerto Rico por su condición de territorio no incorporado.
Y nombraron la susodicha Junta Fiscal para manejar las finanzas por encima de un gobierno electo. Cosa que hizo añicos la noción de autonomía y deshizo el concepto del Estado Libre Asociado, el pilar ideológico del Partido Popular.
Mucha fue la alarma que se levantó; merma electoral ha sido notable, con el agravante de que el liderato no despunta por su brillantez, ni muestra afán por resolver el asunto que cuelga sobre la cabeza: el estreno asunto del estatus político y la relación con los Estados Unidos.
El gran obstáculo es la dejadez con que el Imperio se ocupa de resolver los asuntos de sus colonias. En la lista de sus prioridades figuramos con negativo; se le ha tirado con todo y aquí no ha pasado nada. El Proyecto 8393 para la descolonización que unió las iniciativas de los sectores que defienden los intereses de Puerto Rico en el Congreso no llegó a primera base, pero al menos marcó un precedente. ¡Albricias!
Esa inercia tiene 125 años y se ha quebrado para atender en 1901 y darnos gobierno civil, 1917 para otorgar la ciudadanía, en 1946 para redactar una Constitución y 2017 para adoptar una PROMESA en que se revoca la autonomía. Y la estadidad a claras luces no figura en la agenda de futuro de republicanos ni demócratas.
Por lo que es de esperar que la inmovilidad prevalezca y que de territorio no incorporado, sometido a un Congreso con más poder que sus constituyentes que niega la premisa elemental de gobierno de la gente para la gente. Concepciones nobles que se disipan ante el beneficio constante y sonante que genera la explotación colonial. Poco si algo importa la gigantesca contradicción que representa para la democracia la sujeción colonial.
Y viendo como ha funcionado la inercia en el pasado político es razonable anticipar que siga funcionando igual, y que el menor esfuerzo es mantener el estatus de las cosas. Y claro que hace falta nativos que administren y ahí están el Partido Popular y el Nuevo Progresista.
El Partido Nuevo Progresista (promotor de la estadidad como solución al estatus) y el Partido Popular Democrático (creador del Estado Libre Asociado) ambos viven de propuestas que se han tornado muy cuestionables, así como el surgimiento de nuevos partidos y coaliciones que los han puesto en jaque. En las ultimas elecciones la abstención fue la más alta en historia reciente y prevalecieron los candidatos que más votos lograron (en el vecindario de 33%).
A mi manera de entender, el Partido Popular está impedido para asistir a su entierro por la conveniencia que aporta a la inmovilidad de los Estados Unidos de no tomar acción efectiva en el caso del territorio.
Tan fácil que sería convocar una Asamblea Constituyente con la representación de todos los sectores, que definiesen las opciones descolonizadoras y se realizara un plebiscito vinculante que nos liberara de esta terrible carga. Nada más conlleva la voluntad política en un coro de todos los sectores. Cosa que ha probado ser imposible.
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