Nos llega el mes de junio con acuciante calor, algunas lluvias y la incipiente angustia de que comienza la época de huracanes. Las huellas de la devastación que provocasen Irma y María todavía están a la vista, me preocupan más las huellas que se sienten en el alma. El temor a que otros vientos que destruyan todo y la insuficiencia de recursos para encararlo, económicos, físicos y espirituales para atender lo que conlleva.
Aquí como allá, a las cuentas del que suscribe, se atraviesa una normalización del escándalo, junto con el debate diario de si debe uno asombrase o no de las peripecias protagónicas . Aunque las diferencias son patentes, impresiona como se pueden generar fenómenos y narrativas tan similares, en virtud de la globalización y el alcance de los medios sociales. Si bien es cierto que el gobernador no figura tan prominente ni prepotente (imposible sería) como el presidente, también es cierto que declaró públicamente que: “al abusador le daría un puño en la boca”. Así las cosas.
Nos preocupa el tira y jala en el Congreso Federal (distante y envuelto en intrigas que distraen la obra de gobierno), la Junta de Supervisión Fiscal, el gobierno y los paganos, que alguna vela llevamos en el entierro. La maraña que esconde la deuda pública comienza a disiparse a un paso que hace veloz una caravana de cojos. A pesar de que cada vez se hace más patente que una parte sustantiva de la deuda está en función de la corrupción y que mucho de la deuda se debe al tajureo de favores políticos, resulta inexplicable que el grueso del costo y las penalidades se impongan a los retirados y a la Universidad de Puerto Rico.
El dilema de ese por qué desafía mi entendimiento y me acosa como sólo lo hace la sinrazón. No entiendo porque se pretende pagar quitándoles a los más vulnerables. No entiendo porque en un país en franco retroceso, se atenta contra sus vehículos de movilidad social. No entiendo porque un afán de privatizar y atentar en contra del patrimonio, como si el pueblo no fuese el propietario de este suelo. Nunca ha sido buena mi memoria, pero no creo que los años le hayan restado demasiado a mi lucidez. Quizás ese es mi error, estoy anclado en un razonamiento anacrónico o soy uno de esos animales en vías de extinción, pues la lógica que aprendí y el uso de los recursos que me quedan, para nada me alcanzan para entender esos dilemas.
Una cosa que queda muy clara es quién gobierna en Puerto Rico, quién ejerce el poder y quién lo acata. Lo vemos a diario en todos los medios. Y eso, que debería ser un tema de indignación se ha normalizado, tanto como los “tweets” de Trump. Los señalamientos de corrupción comienzan a calentarse, lo que igual normalizamos con el : “siempre la ha habido y todos lo hacen”. Porque en el trópico somos los creadores del “bálsamo tranquilo”. Debemos comenzar a preocuparnos, acogiendo la chispa creativa del Dr. Cabanillas en su escrito sobre la memoria, cuando “tratemos de abrir la cerradura con un supositorio”.
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