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Somos una mezcla de colores y sabores.
Como todo hijo de buen vecino, he tenido algunos aciertos y cometido muchas equivocaciones. Los primeros renuevan mi aliento y motivan mi agradecimiento, los segundos me mantienen humilde. Al momento se sentarme a a escribir, celebro el atino de titular esta columna Burundanga, con esa sonoridad explicativa que supera su semántica.
Burundanga es lo que mejor captura esto que somos; una mezcla, una combinación de colores y sabores, aderezados con especies del trópico, agudos y complejos. Y como evidencia, someto impresiones de dos fenómenos que han logrado acaparar la opinión pública y que sirven de evidencia de la nuestra Burundanga, en que a veces parece una cosa, a veces somos otra.
Los Gallos
Sin que medie razón clara de cómo ni porqué, así, con una mayoría abrumadora de un montón a casi nada (349 a favor – 47 en contra), el Congreso, con la brevedad de una declaración corta y escueta, decreta que se acabaron la peleas de gallos en los territorios. El revuelo que ha tenido esta determinación ha sido inmenso. La Comisionada Residente en Washington, estadista y republicana, saltó desafiante al ruedo como entusiasta de la jugada en barda y anunció su desobediencia en pro del “deporte de caballeros”. El gobernador salió enérgico pero se le fue muriendo la pelea.
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Se le fue muriendo la pelea.
Los alcaldes levantaron bandera a favor de las 80 galleras que hay en el Pais y los ingresos que representan para los municipios, a pesar de que las ganancias en apuestas no tributan. Los analistas salieron a defender los millones que representa para la economía y el daño que constituye para las miles de familias dedicadas al deporte. Añádase los defensores de la cultural y los sectores políticos, que lo ven como otro decreto de los poderes plenipotenciarios que ejerce el poder colonial.
Lejos estoy de ser fanático o seguidor; tengo un amigo que en su momento fue criador de gallos y con él fui a peleas, quedando memorias indelebles del ambiente y sobre todo el sonido de una gallera, particularmente en las grandes jugadas en que se mueven pequeñas fortunas. Y si es memorable la violencia que se desplaza al animal, más memorable me resulto el cálculo espontáneo, la intuición defensiva, la contra apuesta minimizante, en medio de la gritería. Y claro que se trata de asuntos de honor y que, contrario al crédito y las finanzas, las apuestas se pagan aquí y ahora, asunto de honor y el honor no es asunto liviano ni desdeñable para una cultura.
Quizá porque se me educo en mi casa con una filosofía de vivir y dejar vivir, no entiendo porque el Congreso se saca una como ésta en un momento como éste, en que hay tantas cosas mucho más urgentes que atender. Algo se siente como una distracción de los sustantivo. Pero también sirve para ejemplificar las consecuencias de una condición indigna en que unos allá, sin la mínima consideración o consulta, deciden sobre unos acá sin tomar en cuenta a los ciudadanos constituyentes. Sirve para estrujar otra vez cómo y quién rebana los tomates y reparte el bacalao.
Hamilton
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Lin Manuel y su padre llevan en alto el estandarte de la puertorriqueñidad.
Asunto de la Burundanga Boricua se ha convertido también la puesta de escena de la exitosa obra musical Hamilton de Lin Manuel Miranda. Es bien sabido que la familia Miranda que encabezan Luis Manuel y Lin Manuel, padre e hijo, llevan en alto el estandarte de la puertorriqueñidad y el éxito ha servido para reafirmar su compromiso. Padre e hijo estuvieron activos en el cabildeo que suscitó la declaración de la deuda como impagable. En los momentos en que la catástrofe se acentuó con la destrucción de los huracanes, los Miranda ofrecieron fondos para la restauración del histórico Teatro de la Universidad de Puerto Rico en el Recinto de Rio Piedras. Asunto de nostalgia para el padre, que es egresado del centro docente y anhelo del hijo, que valida la importancia de la sala.
Claro que tan buenas y genuinas intenciones no pueden tomar el curso de lo esperado en un escenario convulso como lo es Puerto Rico en este momento y en la Universidad que es y ha sido el campo de batalla de nuestra cultura.
Los Miranda no son ajenos al fenómeno, y es asunto público su cabildeo en Washington para encontrar remedio a las fallas de la ley de quiebras. Tal vez vieron las virtudes de la Ley Promesa y anticiparon un alivio inmediato a solucionar lo inminente de las cortes. Tal vez no visualizaron la imagen de una junta imperial supra gobierno electo, con una agenda neoliberal muy dura de pauperización a los justos sin penalizar a los pecadores. Con una saña muy especial con la Universidad de Puerto Rico con medidas de castigo a las que todos los sectores universitarios se han opuesto.
La Hermandad de Empleados Exentos no Docentes le enviaron una carta a los Miranda señalando los riesgos de manifestaciones durante las dos semanas que la obra subiría a escena. Un recurso en sus gestiones de negociación colectiva. Para nada puede pasar por alto que la Hermandad se enfrenta de frente a la reducción en fondos de la institución, los recortes al plan médico, la eliminación del beneficio de matrícula para hijos y cónyuges, así como la disolución del sistema de retiro. Que si la Hermandad tiene motivos para defender derechos adquiridos y levantar protestas, pues hay que ser bien empedernido para no conceder razón y requiere poco esfuerzo aprovechar el evento para añadirle fuego al sentimiento anti laboral.
Y se pregunta uno razonablemente, ¿qué hubiese hecho Alejandro Hamilton ante esta encrucijada?
En vista de los acontecimientos, la produccion de Hamilton decidió re localizarse al Centro de Bellas Artes para la puesta en escena. Si los gallos formaron un reperpero, la re localización, ni les cuento. Y ésto se ha convertido en uno de esos asuntos de apasionamiento en que se tiende a la simplificación y a la búsqueda primitiva de a quién apuntar con el dedo.
Me resulta sumamente penoso pues la batalla que se lleva a cabo en torno a la Universidad es asunto crucial y me parece tan indigno como aberrante el esfuerzo por castigar una institución que le ha servido bien al país. Y si fuese cierto toda esa teoría de conspiración neoliberal privatizante, merecen mucho más que una censura. Media una pandilla de desalmados que está entregando el patrimonio del país y quiero yo pensar que existe una consciencia y una historia que lo registre, al menos para los justicieros de futuro pues los del presente no parecen ser suficientes.
La reubicación de Hamilton en Bellas Artes es un golpe muy duro para la Universidad y su Teatro. Difícil ha de ser para un productor asumir estos riesgos. Es un golpe para la Hermandad que defendiendo derechos se ha hecho daño a sí misma al entrar en un juego de “palo si bogas y palo si no bogas”. No se si la producción gane con la reubicación en un teatro más amplio, pero dejar a la UPI en la estocada después de un millón de dólares en renovaciones al teatro, cuando la institución se discute su sobrevivencia, pues no es precisamente lo más elegante.
¿Y qué tienen el común el juego de gallos y una obra musical, más allá de que son parte del palpitar ancho y alto de una cultura? A juicio de este Zocotroco, vuelvo al asunto obsesivo y “causa de todos los males”. La sumisión política y la falta de poderes que corresponde a una nación hace posible que otros decidan lo que hacemos, como nos educamos y nos divertimos.
El Congreso Norteamericano, en el ejercicio de sus poderes plenipotenciarios nos espetaron una PROMESA que ha llegado a apretar tuercas hasta que salga sangre, y si mediasen dudas de cuán plenipotenciarios son los poderes, pues ahí les va otra que más que a lo fiscal o económico, va a la médula de la costumbre.
La controversia en cuanto a la presentación de Hamilton no tendría lugar si la Universidad no fuese objeto de asedio por los que pretenden rehacerla a puerta cerrada y a decisiones arbitrarias. Un asedio que viene en una nube de secretividad y soberbia que es la negación misma de la transparencia que quisiéramos.
¿Y a quién le gusta que le digan como se divierte en su casa, más aun cuando se trata de alguien que no habla nuestro idioma?
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Copyright 2019 por José M. Umpierre. Foto del desfile Puertoriqueño en el dominio público. Foto de pelea de gallos por Amshul Hagarel. Fotos de Hamilton usados por medio del “fair use” proviso de la ley copyright.