Aquí no pasa nada, pero tampoco hay momento de aburrimiento
Se avecinan las elecciones y su inmediatez ha acelerado el paso de trote a galope, con todos avivando la urgencia decisiva y la singularidad del momento, cada cual insistiendo en la necesidad de cambios. Antídoto a la duda acuciante de que todo se quede igual, quizá peor, que siempre es posible.
No me remito al duelo Biden -Trump. Opiniones sobran de lo crucial de esa elección. Siendo residente del territorio que no vota en esa contienda, me limito a expresar mi ilusión de que el electorado norteamericano, particularmente los boricuas residentes de algún estado que si votan, contribuyan a la derrota indiscutible, aplastante e incuestionable del ocupante de la Casa Blanca. El desdén con que el presidente se ha referido y tratado a Puerto Rico calan profundo en el sentir, no empece los billones que ha desplazado para la reconstrucción a meses de las elecciones. Aquí hacen lo mismo con el pavimento de las calles.
En el patio el panorama es muy distinto; cuelgan en suspenso el futuro de lo que han sido los partido de mayoría, producto de inevitable desgaste, un continuismo que ha probado ser estéril y un mal gobierno sombreado por toda clase de escándalos.
El Partido Popular Democrático se ve abatido por la puñalada al corazón que las tres esferas de gobierno norteamericana han dado al Estado Libre Asociado y la carencia de una plataforma unificadora. La pugna por el liderato generó por primera vez en su trayectoria una primaria que hizo patente el desgaste de lideres a perpetuidad, con la ascendencia de un candidato menos conocido.
Las ejecutorias del Partido Nuevo Progresista son igualmente motivo de resentimiento electoral. Si bien su base luce más solida y ligeramente más amplia que la del Partido Popular, también es cierto que su trayectoria ascendente ha reversado. Poco ayuda que un fiscal federal lo tildara el nombre y apellido el partido de la corrupción. El historial es largo y las condenas numerosas, a pesar de mucha vista larga. Y si la estadidad fue el movimiento político creciente con el desgaste del Partido Popular, igual hemos visto lo menguante de su ascendencia.
Prueba del fin del bipartidismo es la prominencia creciente de el Movimiento Victoria Ciudadana en torno al liderato de Alexandra Lúgaro, la renovación del Partido Independentista en virtud del carisma de Juan Dalmau, la candidatura independiente de Eliezer Molina y el sector conservador representado por Cesar Vázquez.
Si mucho se ha opinado sobre los partidos y los candidatos, menos prominencia ha tenido la consulta de estadidad si o no, que es parte de las elecciones. Luce como un hierro caliente ante el cual , después de airear el fuego, no hay guante con que meterle mano. Queda claro que ha de ser otro ejercicio de futilidad , más bien una medida de fuerza y un conteo con inmensos riesgos. No será decisivo pues el carácter no vinculante que decreto el Departamento de Justicia Federal, pero si es una dicotomía para comprender el arraigo del sentir patriótico.
Como parte de la información que circula en torno al evento, el periodista Antonio Quiñonez Calderón publicó una serie de ensayos, de los que destaco la documentación siguiente: siguiente.
En 1912, quedo constituido el Partido de la Independencia de la Isla de Puerto Rico. El partido insistió en que correspondía al Congreso definir la situación política de Puerto Rico y apuntó hacia las dos únicas soluciones decorosas y posibles para la solución. En su declaración de principios proponen lo siguiente:
“Los que suscriben consideran que ha llegado el momento de que el Congreso de los Estados Unidos de la América del Norte defina, dentro del derecho de gentes, la condición política de los hombres nacidos en Puerto Rico y de la entidad social civilizada que ellos constituyen.
Sólo dos soluciones son decorosas y posibles dentro de la devoción a sus principios del pueblo de los Estados Unidos y dentro de la devoción a sus libertades del pueblo de Puerto Rico: el reconocimiento de que Puerto Rico, después de un gobierno territorial transitorio, será un Estado soberano de los Estados Unidos de la América del Norte. O el reconocimiento de que Puerto Rico es una nación independiente que empezará a gobernarse en un futuro cercano”.
El panorama que propusiese el Partido de la Independencia en 1912 no ha cambiado nada y 112 años después estamos exactamente ante el mismo dilema.
Insisto en el pensar que la efervescencia que ha generado el gobierno tempestuoso de Donald Trump ha destacado inequidades de todos tipos, raza, genero, condición de clase, distribución de la riqueza, riesgos de salud. También pienso que la revisión a fondo que esta generando debe ser corriente en que navegar. El asunto racial es medular al colonialismo y si hay coaliciones procurando restitución a las secuelas de la esclavitud, bien se debe llevar el caso de la restitución de la explotación colonial.
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