Burundanga de Zocotroco
José M. Umpierre
Llueve y no Escampa
Nunca me han gustado los lamentos, hace un tiempo decidí prescindir de la pena y la culpa, igual intento con el coraje. La situación que vive Puerto Rico me deja escaso de explicaciones y me provocan la reconsideración. El paso del Huracán Fiona por la Isla, a cinco años casi al día de María ha provocado otra vez una devastación que hace inevitable lamentar, alimenta la indignación, embargarse uno de pena y buscar a quien atribuir culpa.
Puerto Rico se encuentra en el paso inevitable de tormentas y huracanes que se han agarbado seriamente con los fenómenos climáticos y el calentamiento global. La temperatura de los mares ha aumentado haciendo que se multiplique el poder devastador de los fenómenos atmosféricos. Irma y María en 2017 lo hicieron patente y es poco lo que se puede hacer ante el poder de la naturaleza. Pero se supone que los humanos tenemos una capacidad de aprendizaje, y existe en algún lugar remoto a mi país, eso que llaman anticipación y prevención.
La devastación que dejaron los huracanes y la cantidad de fondos que se asignaron a la reconstrucción debieron dar el grito de alarma. Si algo hicieron fue poner en evidencia el desastre humano de la infraestructura del país y la urgencia de tomar medidas radicales. Con el huracán María tuvimos un saldo de 4 mil muertos y estuvimos cuatro meses sin energía eléctrica y otros mas sin agua potable. Una lección ineludible de lo imperativo de tomar medidas preventivas y atenuantes. Cinco años después provoca rabia reconocer que no aprendimos nada.
La energía eléctrica, con el afán neoliberal de privatizar, se puso en manos de una compañía a cargo de la transmisión y el cobro que desde que llegó ha aumentado los costos de esa energía vital siete veces, no lleva ni cuenta de los apagones que hemos atravesados que han generado protestas masivas por su ineptitud. Todo con el aval de un gobernador, que insiste en defender sus intereses en contra del bienestar de su pueblo. El día después del huracán, la totalidad de del sistema electrico falló y a semana y media del suceso, 40% de la población carece de electricidad.
Si bien es cierto que Fiona trajo una cantidad torrencial de lluvia que provocó inundaciones en casi toda la isla y que su poder dio fuerza destructiva a las aguas que cargaron con puentes y carreteras, también es ciento que este fenómeno cuando pasó por la Isla era de categoría 1, María fue de categoría 4. Y aunque estemos lejos de la perdida de vidas (se reportan 28, todos mayores de 50 años), es evidencia irrefutable que ni las lecciones ni los fondos han servido para la edificación de una Isla resilente. Reporta la prensa que dos de tres dólares federales que se han asignado para la isla no se han desembolsado, (2 mil de los 75 mil millones asignados). Motivos que añaden a la desesperanza que de seguro abonan a más migración y menos razones para contemplar un futuro de ilusión y oportunidad.
¿Cómo es posible en un Paraíso terrenal que cuenta con un clima bendecido por su ubicación en la zona templada del globo, con una belleza y una riqueza que fue la envidia y el objeto de la codicia de todos los imperios del mundo, con una gente buena y solidaria, obligada a recurrir a sí misma ante la extraordinaria torpeza de gobiernos y gobernantes. Una Isla que sirvió de modelo al mundo en los años en que llevo a cabo una revolución pacifica y un desarrollo sin precedentes que nos saco de la extrema pobreza y nos puso de cara a la modernidad?
Si bien es cierto que un fenómeno como ese es posible con la gestión de un pueblo, también es cierto que guarda relación con individuos que tornan el potencial en acción efectiva. No hay duda de que las condiciones de la posguerra hicieron posible el progreso y la abundancia, pero también es cierto que mediaron hombres preclaros y diligentes que lo hicieron factibles. Ni hay duda de que los cambios no hubiesen sido posibles sin la genialidad política y poética de Luis Muñoz Marín y el dúo dinámico que formó con Roberto Sánchez Vilella.
Uno hombre de idea y palabra, el otro el hombre palabra y acción, el arquitecto y el ingeniero, el maestro y el discípulo predilecto. Pero algo pasó y el poder, con su inmensa capacidad de seductor, torno a uno en caudillo y al otro en rebelde y desde entonces el país no ha sido el mismo. El carisma se convirtió en soberbia e intolerancia y 50 años después no nos hemos repuesto a sus consecuencias.
La convicción democrática que inspiro al Partido Popular se convirtió en la infatuación de su lucero, que culminó con la destrucción de su discípulo y arquitecto, sellando la derrota de su Partido y una ristra de lideres de pacotilla que desde entonces han hundido el país en desesperanza, atentando contra sus instituciones fundamentales. Sobran los ejemplos: en las ultimas elecciones salió a votar la mitad de la población inscrita, ante los plebiscitos para atender la eterna cruz del estatus político estamos hartos de su inconsecuencia, como de la renuencia del Congreso de dar algún aval. La universidad del estado, que una vez fuse el orgullo del país ha sido victima del afán privatizador con la reducción de la mitad de sus fondos operacionales, el alza de la matricula y la reducción critica de solicitudes de admisión. Ni hablar del Departamento de Educación que con la mayor cantidad de fondos de gobierno cada día rinde estudiantes con una preparación inadecuada.
Ante la bancarrota del gobierno en 2017 nos han impuesto una Junta de Supervisión Fiscal que hace patente la supuesta autonomía del 52 y el fin del colonialismo de que tanto se presumió, fue un gigante engaño. Que seguimos como territorio no incorporado y que nadie en el Norte se escandaliza por ello cuando para muchos en la Isla en la raíz de los males. No para todos pues si hay los happy colonials que no ven afronta en lo indigno de la sumisión ni e la ciudadanía de segunda categoría.
De que tenemos capacidad de indignación y que se ha convertido el vehículo de acción efectiva tenemos prueba. Sacamos la Marina de Vieques y a un gobernadora inepto de la Fortaleza. Pero ante el asunto crucial seguimos dando bandazos. Lo que levanta los interrogantes esenciales, hasta cuando ha de durar la paciencia, hasta cuando hemos de tapar el cielo con la mano y decir basta. Esto no aguanta más y ¿qué vamos a hacer para remediarlo?
Hemos logrado atenuantes con la solidaridad y el carácter emergente de una sociedad civil que ha acogido incoativas que nos permitan mitigar los daños. Pero ese sector apenas alcanza a una fracción de la economía y hace falta la movilización política y social mayoritaria. Hemos tenido intentos mesiánicos que se han estrellado en el mar de prebendas y corrupción y no es nada fácil en una cultura que castiga con envidia e intrigas al que se destaque.
Quisiera pensar que hemos aprendido las lecciones del caudillismo y que no hemos de aceptar déspotas, somos demasiados críticos y anárquicos y contamos con medios sociales que ponen la opinión de inmediato en la palestra. Pero de que hace falta un líder que capture la imaginación y el poder de movilización de un pueblo, también me resulta evidente.
Poco debe esperarse de los baby boomers, somos responsables de la debacle. Los más jóvenes parecen extraviados en el culto a la personalidad y el consumo, pero algo se tiene que estar fraguando pues la situación en crítica. Si no hemos tocado fondo, estamos bien cerca y no es mucho más lo que se aguanta.
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Copyright 2022 por José M. Umpierre. Foto de protesta cortesia del autor. Los demas fotos en el dominio público.