La situación es muy seria; la devastación ha sido extrema y ha de ocupar un largo tiempo antes de que el país retorne al grado de funcionalidad que tenía antes; los huracanes Irma y María, lo dejaron literal y figurativamente en el piso. El sistema de energía eléctrica, que mostró ser frágil con el primero huracan, la categoría cinco del segundo lo dejo inservible. La disfunción de los sistemas de comunicacion nos rinde incomunicados y a oscuras.
El paso de María fue una conmoción muy fuerte; sus vientos de destructiva magnitud azotaron la Isla de sur a norte, con alcance para arropar del este al oeste. Su impacto ha sido bien documentado, tanto para la consternación en el exterior como para los que tenemos menos acceso.
La inmediatez de la informática , cuando funciona, sirvió para avivar la preocupación de familiares en Estados Unidos, así como para activar la respuesta generosa e inmediata de la diáspora. Mientras, en el interior nos veíamos obligados a concentrar en el entorno inmediato, afectado por las inundaciones, la caída de árboles y del tendido eléctrico.
14 mil refugiados que abandonarosn sus casas y son muchos las miles de familias que han perdido sus residencias o sus techos. El factor que falló de manera más dramática tras el evento fue la distribución de diesel para las plantas de los hospitales, así como de gasolina para vehículos y plantas eléctricas, que se han convertido en un recurso codiciado.
La obstaculización de carreteras por la vegetación devastada creó bolsillos de inaccesibilidad que dificultó las tareas de salvamento y primeros auxilios a las poblaciones del interior, que fueron de los más afectadas. El clamor se hizo suplica por agua potable y comida.
La crisis humanitaria es evidente y la movilización del gobierno patente, particularmente del gobernador que le ha tocado capear la gran tempestad. La catástrofe nos llega en un momento por demás complicado y difícil. La magnitud de la crisis nos ha puesto otra vez en la palestra global y sirve para que se hagan patente las virtudes y los defectos de nuestra condición, asi nuestra ejecutoria.
La deuda pública y la bancarrota gubernamental en nada ayudan, ni ayuda la carencia de representación que no sea una comisionado residente. En ausencia de ahorros o de recursos propios para la reconstrucción, se hacen claras las implicaciones de la dependencia, sin otro recurso que el ay bendito, la súplica y el lloriqueo. El verse uno reducido a la inevitabilidad de pedir ayuda, con el único argumento de la ciudadanía y la responsabilidad de la nación con su territorio.
El viento que no infló las velas de la asimilación en el reciente plebiscito bien pueden coger una ráfaga fuerte ante la urgencia de reconstrucción, la insuficiencia de recursos económicos y la ayuda que nos remitan los hermanos del norte. Y cuál habrá de ser la óptica de los hermanos del Centro y el Sur que no cuentan con el beneplacito de los federales, ni pueden migrar a discreción cuando la cosa se pone difícil. Y si la Isla comenzaba a vaciarse con la bancarrota, la devastación se añade como acicate al vuelo migratorio.
El momento particular que vive la nación Norteamericana, con una mayoría republicana en el Congreso y Trump como primer ejecutivo claro que tiene implicaciones serias para Puerto Rico. Y si FEMA llego pronto, las quejas de su ineficiencia comienzan a acumularse. El presidente optó por la prioridad de sus tweets para los jugadores de football, hasta que la comunidad Boricua le cayó arriba sin tregua ni clemencia. Su visita dos semanas después fue para cultivar más de la antipatía acumulada por sus desaciertos y pachotadas.
Y si bien hemos dado ejemplo de civismo y espíritu solidario para recoger y ayudar, también se ha hecho presente ese carácter insidioso de la naturaleza humana que procura aprovechar la necesidad parra el beneficio propio y el lucro.
La experiencia nos deja un aprendizaje crucial. Encarar un fenómeno de esta naturaleza hace inminente la necesidad de pertrechos que permitan sobrellevar la restricción a la casa o apartamento por varios dias. Agua potable y reservas para la higiene del hogar, comida menos perecedera, no viene mal una estufita de gas. Ayuda tener un radio y un abanico de baterías pues el calor se hace denso y el silencio pesado, sobre todo cuando cae la noche.
El carácter extraordinario del evento también tiene una dimensión novel y la vida misma se hace distinta, quedando atrás los hábitos y costumbres cotidianas. Las necesidades cambian, como cambia la conducta. Se reducen el margen y las opciones a lo inminente. Enfrentar la adversidad requiere la activación del cuerpo y el espíritu, accesar toneladas de paciencia y mucho ayuda alimentar el humor, procurar la risa y la liviandad. Y si bien un huracan es un vórtice de fuerza destructiva, también activa un caudal de energía reconstructiva y el ánimo que conlleva levantar lo caído.
La devastación requiere la inminencia de reconstrucción y el primer paso es la limpieza. Menuda tarea. Después de remover un bulto grande de escombros, llevo un mes barriendo hojas y arena para que mi entorno comience a recuperar habitabilidad, al costo de renovada extenuación. De dónde me ha llegado la energía no lo se, pero me ha sorprendido muy gratamente, asi como el entusiasmo de ver progreso, mejor si pequeño y consecuente. Alienta la ilusión de que con lo aprendido el futuro ha de ser mejor. Que la destrucción hace posible un orden nuevo y superior.
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Copyright 2017 por Jose M. Umpierre. Fotos por Kendall Y Cooper Marsh.