Burundanga de Zocotroco
José M. Umpierre
Se me está acabando la paciencia.
¿Qué se puede esperar de una vista judicial en que la magistrada comienza con la sentencia: “se me esta acabando la paciencia”? Más aun cuando se trata del Gobernador y los Presidentes de Cámara y Senado citados para un regaño por arrastrar los pies. El Tribunal es la Corte de Quiebra Federal, establecido por la Ley Promesa en Puerto Rico (vigente desde el 1 de julio de 2016) como escenario para dilucidar las controversias que generen la Justa de Supervisión Fiscal y los representantes del patio.
Controversial ha sido la trayectoria de la Junta y controversia es lo que media cinco años después, cuando se supone se haya despejado el camino para recupera el crédito que habilite nuevas emisiones. Tremenda meta, recurrir de nuevo a la conducta que nos trajo hasta aquí, pues sin coger prestado no hay futuro.
El camino tortuoso y las negociaciones de estos años, que nos han costado mil millones de dólares en abogados, nos trae a un Plan de Ajuste de la Deuda que se ha convertido en el tema dominante de nuestros tiempos. El intenso forcejeo intra y entre los partidos pro-estadidad y estadolibrista ha sido el sainete regular por semanas para esa pluralidad de analistas que hace la idea de opinar cada vez menos atractiva.
El Plan de Ajuste a la Deuda se aprobó a última hora con un margen mínimo en la Legislatura (14 a 13) que apunta hacia inconformidad incipiente con el arreglo. Los representantes del patio reclaman triunfo de los $500 millones para la Universidad, sin recortes a las pensiones de los jubilados. Otra vez vamos desbocados a lo viable, esa filosofía de la aceptación que nos procura “lo mejor posible” ante lo que hay. Porque las reglas del juego dicen otra vez que no hay más nada. Pues yo me sigo resistiendo a creerlo y todavía me gusta el argumento de la deuda odiosa.
La pregunta que corresponde no es si éste es el mejor arreglo posible, mas bien, ¿Cómo estamos tras 5 años de negociaciones? Se apunta con redobles que la deuda se bajo de $70 a $34 billones, que vamos a apagar anualmente $1.15 en vez de $3.3 billones y se ha prometido no tocar las pensiones de los ya jubilados. ¡Bravo!, no es poco, y cuando se encuentra uno inerme en el fondo del desprestigio… pues todo es ganancia. Pero lo que nos viene encima para compensar se ha denominado: austeridad en esteroides. La austeridad que siente y padece sobretodo el trabajador con salario contabilizado y sujeto a los impuestos del estado.
El bienestar más inmediato se dice asegurado con el desembolso tardío de las arcas federales en ayudas y sufragios que nos podrían dar impulso por unos años, pero tienen fecha de expiración. Mientras tanto el proyecto de desarrollo económico… pues bien, gracias. Editado a tercera prioridad ante la inminencia del descalabro. Y en estos cinco años, nada se ha visto que altere la pobreza, la marginalidad, el desempleo, o que detenga la migración y ampare la precariedad. Nada hemos visto en el proceder del gobierno que perfile cambios, que revista de transparencia al amiguismo, y poco es registro de que se han reducido los contratos y los favores.
No se si se dan cuenta aquellos en el poder lo precario de su sobrevivencia con números que revelan un profundo descontento. Lo vemos en la abstención electoral y el margen de votos de los escogidos, así como en la ascendencia de movimientos de minoría que han logrado representación legislativa. Y se siguen tirando, tal vez sin contar que cada vez el agua se hace mas llanita.
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