No hay situación más crucial y determinante que de vida o muerte. Dicta el carácter urgente de circunstancias extremas y deseperadas. No es exageración aplicar ese calificativo a los acontecimientos recientes y el presente de prolongada emergencia que vive Puerto Rico.
El poder devastador de dos huracanes seguidos dejaron inundaciones de consecuencias trágicas; la deforestación obstaculizó carreteras y vías de acceso que rindió comunidades inaccesibles. Las fallas en la generación de energía eléctrica en las unidades de cuidado intensivo en hospitales comenzó a impactar con el primer huracán y se agravó con el segundo. Muchos enfermos de condiciones delicadas con necesidades de medicamentos y servicios críticos se vieron fatalmente afectados.
Dos meses despues la situación sigue muy delicada. El país continua en estado de emergencia, abrumado por la complejidad del fenómeno que se enfrentan y el modo en que se han movilizado los recursos, intentando moverse a la reconstrucción.
La salud mental ha sido profundamente socavada y constituye otra dimensión de la crisis. Se reportan 32 suicidios, que es notablemente alto; sin que se puedan contabilizar los intentos o las ideas de quitarse la vida. El shock ha desatado un sindrome Post María con los síntomas frecuentes de: ansiedad profunda, depresión, palpitaciones, pensamientos catastróficos de morir o perderlo todo y sudoraciones. Se reportan casos de niños que desde entonces no hablan ni logran concilar el sueño.
Las situaciones de desastre, por la urgencia de la desesperación, viabiliza una variación muy grande en el valor de las cosas, entre lo que se cobra y se esta dispuesto a pagar. Constituye una llamada de aviso a los buscones y oportunistas, que saben cómo afinar el motivo de lucro y procurar máximo beneficio del dolor y la desgracia.
El asunto crucial es la generación de energía (a 40% de su capacidad funcional 54 días después del estrago). Su carencia dificulta la prestación de servicios esenciales, como dificulta la gestión económica. Por lo que se han afectado la salud, la educación, el turismo, los negocios y las exportaciones, por ende las nominas y el consumo.
Con la quiebra fiscal se habia acelerado la migración; la devastación y las limitaciones vigentes la ha propulsado nuevamente y se reportan 100 mil que han dejado el país en el período post huracán. Algo que añade al golpe pues reduce el mercado y la posibilidad de captación tributaria.
El estremecimiento preliminar lo han intentado mitigar la milicia, FEMA, y el gobierno. Los militares recien anunciaron su salida tras haber atendido la emergencia, reconociendo queda un largo trecho por recorrer. Contrario a la interpretación que se ha dado al episodio comparándolo con la toma en 1898; es mi impresion, con todo lo antiintervencionista que puedo ser, que la misión militar ha sido humanitaria. Sus gestiones para despejar carreteras, la movilización por aire y tierra de 51 millones de galones de agua, 20 millones de comidas servidas, la atención a 5 mil enfermos y la instalación de cientos de generadores han sido un apoyo.
La milicia se retira pero el Federal Emergency Management Agency (FEMA) llegó temprano y se queda; con serios señalamientos de ineficiencia e irregularidades en su asistencia. El trámite burocrático se ha denunciado como complicado y lento, la centralización de ayuda dificulta su circulación, media la sospecha de tajureos y la corrupción que se acentúa en estado de emergencia.
El gobierno, con sus buenas intenciones, ha manifestado una lamentable ineptitud en el peor momento, hundiendonos más profundamente en el descrédito fiscal, político y administrativo. Argumento que sostengo con dos ejemplos.
El primero fue el número de muertes reportadas (primero 15 despues 49) que la oficialidad de la Seguridad Pública se empecinó en minimizar. La Oficina del Registro Demográfico hizo valer un incremento de 472 muertes. Un desatino extraordinario, acompañado de una soberbia prepotente que tilda al gobierno de torpe, incubridor y mentiroso en un asunto tan visible y delicado.
El segundo ejemplo el igualmente elocuente. A seis dias del desastre, el director de la compañía de Energía Eléctrica firmó con la corporación Whitefish (que al momento contaba con dos empleados y la proximidad sospechosa al Secretario de Interior de EU). U n contrato por 300 millones, para la restitución del servicio eléctrico, a costos muy por encima de mercado. El documento aduce una aprobación de FEMA que la organización federal negó, y decreta no estar sujetos a auditoria.
El escándalo no tardó en aparecer en medios y las repercuciones se extienden al Congreso Norteamericano, donde nuestros administradores tenido que rendir cuentas después de una trayectoria errática, para ser muy generoso.
Mientras a tanto, el pais se discute entre un gobierno electo y una Junta impuesta. Vaya que se nos da a escoger. La cadena de desatinos e improvisaciones ha sido tal que el gobernador ha pedido la renuncia sin fecha a todos sus administradores.
Y ante ello la alternativa es acudir a los procónsules, como si tuviesen la solvencia moral para atender el asunto. Junto con al Juez Federal que se ha nombrado para atender la gigantesca deuda pública, la Junta y la administración andan en una pugna que representa una distracción que no facilita nada la eficiencia que requiere el momento.
Añade a la injuria afanarse en levantar un sistema de energía obsoleto, cuya fragilidad e ineficiencia está evidentemente demostrada. Por lo que me pregunto, ingenuo e incauto: porqué vamos a reconstruir lo que sabemos que no sirve. Poderoso caballero es don Dinero.
Bien lo dijo el presidente Trump en su breve visita: “Ustedes están creando una disrupción grande en nuestro presupuesto”. Si éramos un dolor de cabeza con la quiebra y la deuda pública, se le añaden unos 100 billones en que se estima ha de costar la reconstrucción. Dineros que no salen de la nada y se suman al hoyo inmenso en que estamos. Y nos hunden más con la consideración de un tributo de 20% a los productos que entren a EU de PR.
Otra cosa sería si no fuésemos ciudadanos de segunda categoría, si nuestra condición económica no estuviése supedita a la arbitrariedad y conveniencia del mercado que imposibilita nuestra capitalización. Otra si tuviésemos los recursos para invertir en nuestro futuro. Otra si no dependiésemos de la humillación constante del mendigaje el por favor y el ay bendito. Porque no atender eso?
Con el agravante de que las fuerzas políticas de oposición en el país parecen estar en un letargo en que no abren la boca ni para decir es mía. Mientras, yo sigo delirando en mi optimismo desesperado que esta es una oportunidad para salirse de la caja. Aunque resulte repetitivo, mejor si redundante reitero: esto es lo que hace 519 años de coloniaje pues condiciones y circunstancias como esta no son ni remotamente posibles en un contexto que no sea de dependencia y vasallaje. No me den a escoger entre malo y peor, que alguna dignidad y un poco de imaginación me queda.
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