Burundanga de Zocotroco
José M. Umpierre
En el mundo de las artes se discute la inspiración; en el ámbito de las ciencias se adscribe valor heurístico. Se refiere a la capacidad que tiene una obra de provocar, incitar la curiosidad y la motivación de buscar más. Puede ser tenue o sutil, como puede ser insistencia dominante. Sucede cuando una idea acapara la atención y permanece como exigencia. En esa categoría he puesto El Jefe: Populismo y Corrupción en el Puerto Rico de 1898. Una obra fundamental de la profesora Nieve de los Ángeles Vázquez.
Vivimos la Era de la Desilusión, la decepción con figuras reverenciadas; una vuelta a la historia con la óptica que brinda la libertad de pensamiento, la acumulación del conocimiento y la evolución de las ideas. Una apertura revisionista que ha generado la desmitificación de los viejos absolutos, convertido en nuevos relativos. Atravesamos el apoderamiento de lo contestatario, la renuencia de tragarse el cuento; se nutre de la búsqueda de la verdad y la necesidad de evidencia, de un espíritu suspicaz e incrédulo, orientado a desentrañar mentiras.
Estamos ante el fin de los pedestales, incluye al Gran Almirante Colón, que fue un déspota obsesionado y sanguinario. Con motivo de la visita del Rey de España a la Isla hace unos meses tumbaron de su monumento a Juan Ponce de León, que esclavizó igual con las encomiendas y trabajo forzoso. En esta ocasión toca a otra de nuestras figuras cimeras. A Luis Muñoz Rivera a quien nos han presentado como padre de la patria, político autonomista de Barranquitas que ejerció el poder indiscutible en la Isla, particularmente durante el cambio de soberanía en 1898.
La obra es una BOMBA. Una denuncia inmisericorde a la clase política, con 475 páginas de las más cuidadosa investigación histórica, apoyada en una impresionante bibliografía, que referencia a 1806 notas al calce en torno a una figura y un momento en que todo se definió para esta Isla.
En un principio enuncia la premisa de la investigación:
El Puerto Rico del siglo XXI está secuestrado por políticos populistas y, en paralelo, por grandes y poderosos corporaciones privadas con sede en algún punto de Estados Unidos. Esa coreografía destructiva en que la élite política, una y otra vez, toma decisiones catastróficas para el país, pero en extremo beneficiosas para algún donante o para sí mismo, comenzó ya hace 125 años. Desde entonces no hemos sido capaces de escapar de un bucle infinito de repetición que amenaza con no terminar.
Se dice en Hollywood: “Start your movie with a bang”. La primera declaración de un texto es un estruendo que captura, una denuncia directa e insultante a la clase gobernante como corrupta y entreguista. Punto seguido elabora quién y cómo.
Hoy los políticos que pululan en todos los partidos parecen salidos de un mismo molde; prometen lo que saben no van a cumplir, utilizan a su antojo los fondos del Estado, reparten puestos públicos a sus familiares, amigos y amigos de familiares; asumen una representación moral exclusiva pero nunca la responsabilidad por lo que sale mal; arriesgan el largo plazo por el corto plazo; descuidan los asuntos trascendentales a la vez que se detiene en nimiedades efímeras; son antipluralistas y grandes maestros de la propaganda; azuzan los odios y la división en bandos; repiten consignas huecas de fácil repetición y articulada en gobierno alrededor de la figura de un jefe providencial que resolverá todos los problemas del país.
En una ínsula tan politizada como la nuestra, una declaración de esta naturaleza divide el contingente entre los beneficiarios de los bucles (muchos son los hijos del muerto) y los paganos que estamos sujetos a sus des andanzas (que somos muchísimos más). Si no tenemos toda la evidencia para justificar las acusaciones, el cuerpo entero nos dice que cada una tiene una fuerte dosis de realidad, y que así precisamente es que aquí se rebana el tomate y reparte el bacalao. Un listado de desatinos que es a la vez un inventario muy explícito de los males que nos aquejan.
El análisis minucioso del 1898 se propone en diez partes que atienden: la formación del protagonista, los antecedentes en Estados Unidos, la ascendencia del Jefe, la Guerra Hispanoamericana, el gobierno autonómico en la Isla, la prominencia de Wall Street y la ocupación. Cada capítulo contiene un caudal de información con ese lustre heurístico que incita la indignación ante el atropello e inspira a compensar esta ignorancia de los que somos, por haber sido privados de lo que hemos sido.
La investigación de la profesora Vázquez documenta a su vez una serie extensa de protagonistas de la época, tanto en la Isla, en España y en los Estados Unidos, figuras del patio como José de Diego, Rosendo Matienzo Cintrón, Antonio R. Barceló, Manuel Camuñas, así como personajes prominentes en la política y las finanzas norteamericanas (desde Teddy Roosevelt con figuras de la milicia y el estado hasta Pierpont Morgan y su secuela de banqueros de Wall Street) entramados en el take over de 1898.
La Mayor Estafa de Todos los Tiempos narra la visita de Frank Vanderlip a Puerto Rico entre octubre y diciembre de 1899, en su calidad de subsecretario del Tesoro, junto con Robert Porter rindieron el informe al presidente Mc Kinley que dicto la siguiente orden ejecutiva:
Se ordena que a partir del 1 de febrero de 1899 y hasta que se disponga lo contrario, todas las aduanas, impustos, derechos públicos y portales en la Isla de Puerto Rico se pagaran en dinero de los Estados Unidos. El subsecretario recomendó la devaluación del peso provincial en 40 centavos del dólar. Personajes que no tardaron en allegarse a los bancos de Nueva York con prominentes posiciones.
Las consecuencias de la medida no rayan en menos que la devastación; el valor de la tierra bajo de 60 a diez pesos, los prestamos reportaban 18% de interés, los salarios de trabajadores agrícolas de 15 a 9 pesos mensuales, con miles de hipotecas ejecutadas y los precios de minoristas explotando el cambio a su favor crearon condiciones de hambre. Agravada la situación por el hecho de que ;a banca que creo las condiciones de necesidad obligaba a prestamos de lo que eran los mismos agentes y beneficiarios. Términos a los que la clase política del país acepto sin resistencia.
El apellido Muñoz ha tenido y tiene una resonancia extraordinaria en nuestra historia política, las dos generaciones de padre e hijo constituyen figuras míticas. Abordar de forma crítica su ejecutoria es anatema y pecado capital para los seguidores, que prefieren no caiga sombra sobre la figura idolatrada. Claro que el libro ha provocado la controversia.
La evidencia que la profesora presenta para sustentar tan explosivas aseveraciones es contundente. La figura venerable de Luis Muñoz Rivera, lejos del patriarca benévolo queda como una que, sostiene la autora que no lo hizo y somete evidencia que desestimó la responsabilidad de proteger las riquezas del país y mirar al porvenir, fue un déspota obsesionado con el poder de su red clientelar, dependiente de su dedo para nombrar. Una historia que se repite en nuestra historia.
Si el texto se aborda libre de fanatismos, cumple precisamente con el propósito que la autora propone en el prólogo. Volver a la historia como viaje terapéutico. No les prometo finales felices, ni que en el camino aparezcan héroes “buenos” dispuestos a salvarlos. Si les aseguro altas dosis de realidad de rabia colectiva y cuidadosos análisis racionales, que son los mejores antídotos contra la disonancia cognitiva y contra la indefensión aprendida.
En lo que a mi respecta, el propósito se ha logrado con creces y la misión queda ampliamente cumplida. El Jefe es un texto tan valiente como valioso, de esas lecturas esenciales que disipan el humo y nos pone en tierra firme. Mejora la perspectiva para aspirar a un mejor futuro, con un sentido crítico más agudo y una visión más clara de la integridad y el carácter de la gente de estado a que aspiramos, en vez de los gobiernos que no merecemos.
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Copyright 2024 por Jose M. Umpierre. Imagen de la portada del libro El Jefe: Populismo y Corrupción en el Puerto Rico de 1898 usado con el “fair use” proviso de la ley de copyright.Todos los otros imagenes en el dominio público.