Parte II
La segunda mitad del Siglo XX y lo que va del XXI, la política en Puerto Rico ha estado dominada por el asunto del status y la controversia en torno a la Constitución del Estado Libre Asociado. La evidencia apunta que esta situación está lejos de resolverse y que la complejidad de factores y poderes hacen lenta y difícil su solución.
Mera Coincidencia
Poco antes de la mitad del Siglo XX coincidieron varios sucesos que hicieron posible cambios de gran impacto en la Isla, dando un giro a nuestra situación de salud, educación, política, economía, y en la forma misma de vernos y relacionarnos. En víspera del viraje a la segunda mitad del Siglo, la Organización de las Naciones Unidas emitió la Declaración Universal de los Derechos Humanos; en ese mismo año (1948) el Congreso Estadounidense decretó la Ley 600 que concedía a Puerto Rico el poder de redactar su constitución.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos expresa en su preámbulo:
“Considerando que la libertad y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y los derechos iguales e inalienables de toda familia humana.
Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo
en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad y las creencias.
Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión.”
El primer artículo del documento declara: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derecho, dotados como están de razón y consciencia, deben comportarse fraternalmente unos con otros.” El asegundo articulo apunta: “Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta declaración, sin distinción… tanto si se trata de un territorio bajo administración fiduciaria, no autóctono o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.”
Por medio siglo Puerto Rico estuvo sometido a un gobierno por decreto donde se contaba con las responsabilidades pero no los derechos de la democracia. La ley 600 habilitaba redacción de una constitución y la consulta futura sobre la formula. Cosa contradictoria que los Estados Unidos estuviese suscribiendo los Derechos Humanos y explotase un territorio con una población empobrecida carente de plenos derechos. Agravado por las denuncias insistentes del Partido Nacionalista.
En su momento la Ley 600 agudizó la controversia entre las facciones políticas en la Isla. Los asimilistas se opusieron pues la estadidad no se incluía entre las opciones. El Partido Socialista apoyó avances en democratización, el Partido Independentista se opuso a la limitación en derechos y el Partido Nacionalista reaccionó con un levantamiento armado que desató otra ola de arrestos y allanamientos.
Estado Libre Asociado
La Constitución del Estado Libre Asociado obtuvo un triunfo grande en la consulta y el Partido Popular una victoria avasalladora en todas las elecciones en las que su líder, Luis Muñoz Marín, fue candidato a la gobernación. Para quienes la propusieron y, más aún, para quienes la acogieron, representaba el pacto que resolvía el problema del colonialismo; nos daba un gobierno propio, electo por los puertorriqueños.
A la luz de la Declaración de los Derechos Universales se dejaba una serie de espacios vacíos en lo relacionado a la libertad y la igualdad. La independencia se excluyó de la plataforma del Partido Popular y luego fue proscrita con la Ley de la Mordaza, atentado sin precedentes al derecho de libre expresión. El carácter territorial nos privaba de igualdad al carecer del derecho al voto por el presidente y a digna representación. Igual hemos visto la intolerancia a la disidencia, la represión y la saña con que se ha perseguido y castigado todo orgullo patrio que no sea el norteamericano y la reacción violenta a toda acusación de sus atropellos.
El torbellino del progreso acaparó la consciencia colectiva y se nos hizo fácil distraernos con las peripecias de un nuevo gobierno en tiempos de novedad y abundancia. Recién instalado, el gobierno adoptó la política de atraer inversión de capital extranjero con atractivos contributivos y salarios bajos y se nos vendió la idea de que el desarrollo requiere un flujo de inversiones foráneas como motor del crecimiento económico para combatir el desempleo y la pobreza. Nada se nos dijo del ahorro, ni de la noción de futuro. Prevaleció la noción de tomar prestado desmesuradamente de fuentes externas, acompañada de un consumo voraz como motor de la economía.
La expansión de la postguerra y los beneficios de la política del Nuevo Trato activó un espiral acelerado de desarrollo que generó una transformación. Los adelantos de la salud pública en vacunaciones y prevención, así como con las medidas de saneamiento ambiental, contribuyeron a un viraje en las enfermedades que padecíamos entonces. Atrás quedaron las condiciones infecciosas y parasitarias como la malaria, el tifo y el tétano. Se prolongó la expectativa promedio de vida y se hicieron más frecuentes las condiciones crónicas y degenerativas. El gobierno, preocupado con la densidad demográfica, también promovió la migración, así como medidas para reducir la natalidad. Fue en Puerto Rico donde su pusieron a prueba las pastillas anticonceptivas así como la esterilización masiva, sin que mediase siempre el consentimiento informado.
A la par se llevó a cabo una notable expansión cultural. La Universidad de Puerto Rico se convirtió en un importante centro intelectual donde acudían renombrados académicos; se crearon las facultades de ciencias, medicina, arquitectura y administración pública. Surgió una generación de artistas de renombre en la plástica, la música y la literatura, así como en el teatro; se creó la Escuela Libre de Música, el primer Conservatorio y la primera orquesta sinfónica. Los colegios profesionales se manifestaban con singular activismo.
El ensanchamiento económico y cultural de los años 50 abrió la puerta ancha a la movilidad ascendente y nos convertimos en escaparate al mundo y supuesto puente entre culturas. Se creó una clase medida, apadrinada por un estado benefactor que era el principal patrono, mientras se atendían la alfabetización, la escolaridad y la vivienda. También comenzó la “siembra” del concreto en las urbanizaciones que se propagaron en la ciudad y el campo, restando importancia a la agricultura, para finalmente rendirnos en un país dependiente de importar la gran mayoría de los alimentos.
Muñoz Marín gobernó del 1948 al 1964 con el control de ambas cámaras y escasa oposición. Por un cuarto de siglo la política isleña se vio dominada por un líder carismático en tiempos de abundancia. Su dominio en la política de la Isla fue categórico y su determinación de retirarse dejó un vacío que su Partido no ha podido subsanar, pues fue el tipo de político que aparece una vez cada siglo. Su consigna de: “el status no está en issue” y la persecución de los Nacionalistas, junto con lo deslumbrante del crecimiento económico y cultural, sirvió para poner el tema de la soberanía al rescoldo.
En el 1964, con un partido dividido entre la Vieja Guardia y una Nueva Generación más orientada a la culminación de poderes del ELA, Muñoz decidió no postularse para gobernador, señalando como su sucesor al ingeniero (y su mano derecha) Roberto Sánchez Vilella. Un escándalo durante la administración de Sánchez agudizó el cisma en el Partido Popular, con los disidentes formando el Partido del Pueblo que, como resultado, le costó las elecciones a los Populares.
En la década de los años 60 la lucha pro independencia se manifestó en contra del servicio militar obligatorio, focalizando el programa de oficiales de la reserva activos en el recinto universitario de Rio Piedras de la Universidad de Puerto Rico. La UPR fue escenario para enfrentamientos que también dejaron un saldo de fatalidad. En 1971 el Partido Independentista encabezó la iniciativa para que la Marina terminara sus prácticas de guerra en la Isla de Culebra; lucha que culmina en 1975 con el traslado de estas prácticas a la isla vecina de Vieques.
Quítate tu pa´ ponerme yo
El Partido Republicano a su vez atravesaba una división entre conservadores y un nuevo liderato. El ingeniero Luis Ferré, exitoso industrial, organizó el Partido Nuevo Progresista, capitalizando en el cansancio provocado por el continuismo Popular y las grietas de la Constitución del Estado Libre Asociado, lo que se trajo de vuelta como issue. Se revitalizó el discurso estadista y el Partido Nuevo Progresista ganó las elecciones del 1968, propinando la primera derrota al Partido Popular desde su fundación. Entonces la derecha, con la pujanza de la novedad, se convirtió en portavoz del sentimiento anticolonialista, no con la meta de soberanía, sino con la de adquirir poderes plenos como parte de la Nación Norteamericana. Durante el gobierno de Ferré se activó el Comando Armado de Liberación que asumió responsabilidad de más de 40 atentados.
Los Estadistas acogieron el estilo de hacer política del norte, particularmente la tradición de los donantes y el trámite de influencias, acentuando el margen para la corrupción en el servicio público. Desde entonces los partidos Popular y Nuevo Progresista se han estado cediendo el gobierno unos a otros.
Los Populares recuperan el favor electoral en 1972 centrado en la figura ascendente de Rafael Hernández Colon, quien gobierna por un cuatrienio para ceder el mandato administrativo al candidato Nuevo Progresista Carlos Romero Barceló, quien gobernó del 1976 al 1984. El estilo político y personal de Romero contribuyó a una conmoción interna y externa que ha dejado una larga secuela de consecuencias. Pro americano a ultranza, es el prototipo del guapo de barrio que utiliza la intimidación con amenazas y atropellos. Su fanatismo asimilista incitó a la violencia; entre el 1974 y el 1983 se intensificaron las confrontaciones entre la derecha y la izquierda con serias repercusiones dentro y fuera de la Isla.
El empuje estadista activó las organizaciones de lucha patriótica y sindical, que entonces hicieron coalición natural con la Revolución Cubana que siempre ha sido partidaria de nuestra independencia. Siendo una patria dividida, la resistencia a la asimilación se hizo sentir en la Isla y en las ciudades del Norte que, como Nueva York, Chicago y Hartford, cuentan con poblaciones boricuas.
El Ejército Popular Boricua Los Macheteros se estableció en 1978 a tono con la tradición de la lucha armada. En esa época también aparecieron varias organizaciones de izquierda acogiendo la violencia como forma de lograr la independencia. Una lucha en contra de una política colonial, impuesta por los mandatarios que representaban los intereses económicos que se consideran los que ostentan el poder detrás de la fachada.
Durante el primer cuatrienio de Romero Barceló los atentados de cada una de las partes se estiman en cientos en Estados Unidos y en Puerto Rico, así como homicidios que andan esperando justicia. Figuran en nuestra memoria colectiva el entrampamiento en Cerro Maravilla en 1978, al igual que múltiples bombas y atentados contra Viajes Varadero, el periódico Claridad y las oficinas de Partido Socialista. La izquierda atestó severos golpes tales como la explosión de once aviones en la Base Muñiz de la Reserva de la Fuerza Aérea, el ataque a un autobús militar estadounidense en Palo Seco, y un robo espectacular en Hartford. El más notable de estos incidentes fue el atentado al Fraunces Tavern, donde detonó una bomba que provocó la muerte de cuatro personas. El aparato institucional se puso en marcha y se llevó a tribunales docena y media de acusados que fueron severamente sentenciados.
Luego de 10 años de la movilización de solidaridad en pro de la salida de la Marina Norteamericana de la Isla Municipio de Vieques, la patria recibió un aliento renovador el 1 de mayo de 2003 cuando el presidente George W. Bush decidió no renovar el contrato de arrendamiento de esa pequeña isla. Pudo más la indignación ante décadas de bombardeos y atropellos contra la población que la poderosa Mariana de Guerra, que abandonó sus prácticas sin limpiar las playas de los explosivos y ordenanzas que hoy contaminan uno de los lugares más hermosos del Caribe.
En Resumidas Cuentas
La evolución económica de la segunda mitad del pasado siglo (según Víctor Sánchez Cardona) se puede formular en cinco oleadas. La primera etapa fue de labor intensiva con la multiplicación de las empresas manufactureras a fines de la década de los años 40. La segunda tuvo lugar en los 50 cuando los inversionistas comenzaron a financiar la urbanización con préstamos garantizados por la Federal Home Administration (FHA). La tercera se dio en los años 60 cuando se amplió el crédito para facilitar la compra de autos. La cuarta etapa se dio en los años 70 y 80, cuando se propagó el uso de las tarjetas de crédito. En tiempos recientes, plantados ya en el Siglo XXI, atravesamos una quinta etapa durante la cual han proliferado las súper tiendas (Wall Mart, Home Depot, Walgreens, Toys r Us) que acaparan lo que solía ser el comercio de tiendas locales y durante la cual comenzó un proceso de privatización de los servicios públicos.
Todas estas medidas han contribuido a descapitalizar nuestra economía y hacer imposible el ahorro. El resultado neto de esa política es un país al borde de la bancarrota ante una deuda que amenaza el mismísimo arreglo constitucional. No se ha creado capital o riqueza autóctona porque el ordenamiento vigente esta instrumentado para que los beneficios que aquí se crean nos abandonen. Una descapitalización crónica y consistente que no permite hacer futuro.
La sucesión de los distintos partidos de mayoría ha sido la norma en el ejercicio del voto de castigo, en respuesta a lo garrafal de sus desatinos en la administración del gobierno insular. Ambos comparten la responsabilidad de endeudar el país, con diferentes estilos. La mano dura y el estilo mesiánico del exgobernador Pedro Rosselló, en su afán de adelantar su causa asimilista, acuñó una frase que intentaba conciliar el sentimiento patrio. Puerto Rico es la patria, Norte América es la Nación; más que proponer una síntesis conciliadora, ésta es la raíz del problema y el motivo de tanto descontento.
El estilo prepotente de Rosselló pareció encontrar un respiro de delicadeza con nuestra primera gobernadora, que administró por un cuatrienio. En lo que va de este siglo se han sucedido administraciones Populares y Estadistas. Durante cuatro años tuvimos la administración del gobernador popular, Aníbal Acevedo Vilá. A éste le sucedió el estadista Luis Fortuño. Al presente contamos con el Popular Alejando García Padilla, que pretende maravillas y milagros para conjurar una deuda que no se va.
Al momento presente el país enfrenta la carga de una deuda de 73,000 millones de dólares cuyo servicio alcanza 16% del presupuesto. Desde el 2006 solo año se ha dado crecimiento económico en un año, mientras que los otros años han sido años de contracción. Los bonos municipales se han reducido a chatarra por las agencias acreditadoras, tanto así que la Casa de Representantes actualmente debate un proyecto de ley para permitir a las corporaciones públicas ir a la quiebra.
Las Consultas
El sentir de los puertorriqueños, en cuanto a la situación del país, se recoge en la serie de consultas que se han realizado por vía electoral en los años 1967, 1993, 1998 y 2012. Los resultados son una muestra patente de la complejidad de nuestra Burundanga. En la consulta de 1967 el Estado Libre Asociado fue favorecido por 425 mil votos (60.4% de los votantes), la Estadidad obtuvo 274 mil votos (39%) y la independencia 4 mil votos. Cosa curiosa que el Partido Popular pierda las elecciones el año siguiente al partido emergente que favorece la estadidad, algo que sugiere una distinción muy clara entre la administración del país y la relación con Estados Unidos. No se puede pasar por alto que la independencia perdió su ímpetu, al menos en la expresión en las urnas. La ejecutoria electoral de la independencia se ha mantenido por debajo de un 5%, que hace patente lo efectivo de la proscripción de esa causa.
En la década de los años 90 surgió un nuevo líder en las filas de los estadistas que acaparó las voluntades con un discurso renovado de reformas y renovación del enardecimiento asimilista. El éxito electoral de Pedro Rosselló lo llevo a gobernar por ocho años de 1992 a 2000. Cumpliendo con su promesa de campaña, se llevó a cabo otra consulta en 1993. El Estado Libre Asociado prevaleció con 826 mil votos (48.6 %) versus 788 mil favoreciendo a la Estadidad (46.3 %) y 75 mil votos a la Independencia (4.4%). Al comparar con la consulta anterior, salta a la vista la perdida en favor del ELA y el incremento en la Estadidad.
En 1998 se llevó a cabo otra consulta que evidenció otra vez lo complejo de nuestra situación. La alternativa más favorecida por un 50.3% resultó ser “ninguna de las anteriores”. La Estadidad retuvo el 46% del millón y medio de votantes que asistió a las urnas. En el 2012 se celebró otra consulta sobre status con dos preguntas. La primera pedía la opinión de “sí o no” con respecto a mantener la condición política territorial actual. Cerca del 54% votó que no, mientras que el 46% votó que sí. La segunda pregunta se refería a la preferencia de estatus. La Estadidad logró el 61.16% de los que expresaron alguna preferencia, mientras que el Estado Libre Asociado Soberano alcanzó el 33.34%. No obstante, es importante destacar que, a instancias de varios líderes del estadolibrismo, una cantidad significativa de votantes (26.09%) no expresó preferencia en esta pregunta, dejándola en blanco. Al tomar esto en cuenta, la cantidad de personas que se expresó a favor de la Estadidad fue de 44.61% y a favor del Estado Libre Asociado Soberano 24.32%.
El trato que los Estados Unidos ha dado a Puerto Rico ha sido asunto de eterno debate pues la política tiene el poder y la capacidad de avivar los sentimientos más variados. Y queda en este mundo ancho y ajeno, un espectro de emociones que van desde la pasión encendida hasta la apatía más abyecta. Del mismo modo que existe el miedo, existe una indignación que exacerba la valentía.
El asunto territorial es uno de esos asuntos que ha tenido, tiene y tendrá el poder de incitar emociones y conducir a la acción. La inconformidad con la ciudadanía de segunda categoría y el maltrato político y económico con que se nos ha tratado provoca un espectro de reacciones que van desde la conformidad y complacencia de los beneficiarios del arreglo, los conformes con que es el mejor arreglo posible, hasta los idealistas que insisten en soñar con un futuro más digno y una distribución más justa. Sin tomar en cuenta la existencia de una inmensa economía subterránea, no dejamos de ser el territorio con un 14% estable de desempleo y dos veces más pobreza que el estado más pobre de la Nación.
Oscar López
Durante el periodo turbulento de fines de los años 70, cuando aumentan las confrontaciones entre los sectores políticos en Puerto Rico, se activa la vida pública de Oscar López, un boricua de San Sebastián nacido en 1943. A los 9 años migró con su familia al Norte, ubicándose en Chicago a los 14 años. A los 18 es reclutado por el servicio militar obligatorio y sirve en Vietnam, recibiendo la Estrella de Bronce por heroísmo en el campo de batalla. Al regresar a Chicago en 1967 confronta la decepción de una comunidad acosada de problemas y acoge la iniciativa como organizador comunitario.
Oscar López es uno de los boricuas que se acogió a la indignación ante el atropello y el abuso, motivo por el cual se rebela contra la tiranía y la opresión acogiendo la causa de Los Macheteros. En 1981 es arrestado y enjuiciado por conspiración sediciosa, acusado de robo, transportación interestatal de armas y conspiración para transportar explosivos con intención de destruir propiedad gubernamental.
El modo como se condujo el caso fue un despliegue de poder en sí mismo, con medidas de seguridad propias de una amenaza inminente para la seguridad nacional, helicópteros sobre volando el edificio y despliegue de uniformes marciales. López rehúsa su defensa y apelación por no reconocer jurisdicción al tribunal, al considerase un caso político que denuncia el control colonial de Puerto Rico como crimen contra la humanidad. La corte desestima su alegato, lo trata como un delito común y lo condena a 55 años de cárcel. En 1987 se le acusa de conspiración para escapar y se le imponen 15 años adicionales.
Oscar López, a sus 72 años lleva, 34 años preso. Al día de hoy es el prisionero que ha servido más tiempo en prisión en la historia del movimiento independentista. En el transcurso del tiempo López se ha negado a declarar y a solicitar perdón pues no reconoce culpa, por los que ha sido categorizado como notorio, incorregible y un depredador de la peor calaña. Su postura ha sido: “He tratado de cumplir con lo que considero un deber ciudadano, trabajar para hacer de Puerto Rico ese jardín edénico que queremos que sea”.
Lo desmedido de la sentencia y lo discutible que resulta en el ámbito ideológico han creado un movimiento cada vez mayor y más elocuente en pro de la excarcelación de Oscar López. Clinton extendió una clemencia que López denegó si mientras quedasen otros compañeros presos. Los esfuerzos por obtener clemencia han añadido las voluntades de líderes como Jimmy Carter, Desmond Tutu, Coretta King, los congresistas Luis Gutiérrez y Nydia Velázquez, los presidentes José Mujica de Uruguay y Nicolás Maduro de Venezuela. A través de las redes sociales, se esperaban obtener 100 mil firmas de apoyo para el día de su cumpleaños. Se obtuvieron 550 mil. La manifestación a su favor en Puerto Rico resultó ser tan elocuente como multitudinaria.
Y yo me sigo preguntando: ¿si el patriotismo es tan bueno y vital para los norteamericanos, por qué es tan malo para los puertorriqueños? ¿Por qué se condena y persigue un sentimiento vital, como si ellos tuviesen la exclusiva y nosotros la osadía? ¿Por qué una pequeña Isla en Caribe, de tres millones y medio de habitantes, con tres millones y medio más que han migrado al Norte, constituye una contradicción tan flagrante entre lo que defienden para ellos y castigan en nosotros?
La liberación de Oscar López no es un acto de clemencia, ni un acto de justicia, constituye un bochorno de una contradicción que amerita la reparación más inmediata.
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