El Congreso Norteamericano ha sido categórico en reafirmar nuestro carácter de territorio no incorporado, por lo que se me hace imperativo volver una y otra vez sobre esa realidad y las implicaciones que tiene para los sometidos. Territorio, según la Real Academia de la Lengua, es una porción de superficie terrestre perteneciente a una nación. En el caso nuestro somos propiedad de, pero no parte de los Estados Unidos. No es nuevo, ni secreto ; lo sabe todo el mundo.
El asunto de discordia es que una Constitución democrática include una Cláusula Territorial. Contradicen en principio y practica los ideales del derecho de los ciudadanos, la igualdad ante la ley y la digna representación. Principios todos que se violentan con la ciudadanía de segunda categoría que se otorga a sus territorios. Asunto de tercera importancia para la nación que se impuso la misión de salvaguardar los derechos humanos y la vida democrática en el mundo. Y vista la renovada exploración sideral, en el universo entero.
Despojo de guerra, botín militar preciado, trópico de caña y café. Hasta 1917 fuimos ciudadanos de Puerto Rico, en esa fecha el Acta Jones nos convirtió en norteamericanos, con algunos derechos, no todos. Hasta el 1946 tuvimos gobernadores nombrados por el presidente y un último del patio. La Ley 600 autorizó redactar una Constitución y elegir un gobernador y se nos dijo que dejamos de ser colonia, sin dejar de ser territorio Nos convertimos en Estado Libre Asociado, con autoridad para manejar los asuntos internos, siempre sujeto a la supervisión del Congreso.
La ejecutoria de esos manejos nos ha traído a esta triste situación en que la deuda pública rebasa por mucho las posibilidades de pago del gobierno; esto agravado por una recesión de 11 años y dos huracanes que añadieron al cuadro por muchos millones más. El margen de autonomía concedido en 1952 se fue a pique con la Ley Promesa y la instauración de la Junta de Supervisión Fiscal, que sustituye un gobierno electo con 7 procónsules que controlan el presupuesto del país. Esta Junta anula además el concepto de autonomía del Estado Libre Asociado y por consecuencia al Partido Popular.
El impacto económico de ser territorio lo podemos cuantificar con datos recientes. La Revista Político en su edición del 27 de marzo publica: How Trump favored Texas over Puerto Rico. La conducta que exhibió el mandatario en torno a la Isla está bien documentada y no es momento de llover sobre mojado. Más contundente resulta la evidencia; las estadísticas del gobierno revelan que a FEMA le tomó 10 días declarar a Houston como desastre permanente, a Puerto Rico 43 días.
A nueve días del huracán la agencia federal había desembolsado en Houston $141.8 millones en asistencia individual, en Puerto Rico $6.2 millones. A nueve días en Houston se distribuyeron 5.1 millones de comidas y 4.5 millones de litros de agua; en Puerto Rico en ese mismo lapso fueron 1.6 millones de comidas y 2.8 millones de litros de agua. A nueve días en Texas se había repartido 20 mil techos, en Puerto Rico 5 mil. A nueve días del desastre en Houston FEMA tenia 30 mil empleados, a Puerto Rico acudieron 10 mil. La sentencia del ensayo es tan clara como contundente: “La administración de Trump hizo un esfuerzo más rápido y mayor aunque el daño en Houston fue menor que en Puerto Rico.” Ninguna sorpresa en ello. Y aquí seguimos lamentándonos que es lo menos malo, que peor estaríamos si los yanquis no nos tuvieran.
El carácter territorial, por ser una categoría malsana, se ha relegado a la indiferencia, o a frases trilladas. El recurso que hemos usado para expresar nuestra posición es una serie de consultas que han resultado totalmente inconsecuentes. Ruido para las gradas.
Mas allá de lo que nos define jurídica y legalmente, está lo que sentimos que somos y lo que entendemos nos corresponde ser. Y en ello entran en juego una serie de conceptos que le añaden a la Burundanga. A juicio de este Zocotroco Patria, Nación, País y Estado son conceptos cruciales para ampliar el debate y aproximarnos a soluciones. Y en ello, como en el amor, median mil definiciones y millones de explicaciones.
El diccionario Oxford define fatherland/ moterland (que es lo que más se aproxima a Patria) como el país donde se nace; una definición insuficiente en capturar la emoción que la patria aviva. El castellano es más elocuente: tierra natal o de adopción a que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos. Betances le añade vuelo poético: La patria es agonía y deber, sentimiento hondo, conciencia clara, dedicación constante, lucha abnegada, actuación sin descanso. La Patria es pasión.
¿ Que si para los nacidos de Boriquén Puerto Rico es su Patria? Sí, pienso que aplica para la mayoría, y bien se dice que hasta los más asimilacionistas, tras tres copas terminan cantando la canción Verde Luz de libre cielo y sola tu estrella. Con tan bonita bandera, quien no se siente patriota. Mas no me hago de la ilusión de que todos se sienten patriotas, también pienso que en esta maravillosa y extraordinaria diversidad, alguno sentirán a los Estados Unidos de Norteamérica como su patria. No debe ser de extrañar que en Puerto Rico existe un movimiento para acogerse a España como provincia. ¿Lo puede usted creer? Y ni hablar de los globalistas, neoliberales, pos modernistas y capitalistas para quienes eso de “Patria” les deja fríos, muy secundaria al dinero, que si no es fuente de felicidad sirve de parámetro para abundancia y escasez.
Que si media un orgullo patrio, sí, yo digo que sí. Somos un pueblo extraordinariamente resistente a la adversidad. Nos abrazamos con pasión a la lengua, sabemos que tenemos una cultura rica y fecunda, sabemos que hemos dado al mundo cosas exquisitas, que la salsa se baila en Japón, y no hay paladar que se resista a un lechón asado. Somos una isla hermosa por donde quiera que la mire, con una diversidad topográfica que va desde los picos de la Cordillera central a un derredor de mar que tanto ha sido inspiración de músicos y poetas. Si fuese por la exaltación que a mi me provoca, pues que otra sería la cosa.
Tampoco niego faltas y asuntos de vergüenza en eso que somos. Errores y equivocaciones hay para repartir. No mas piense que estamos embrollados hasta el futuro lejano, que no tenemos un gobierno con autoridad para defender nuestro patrimonio, que se cierran las escuelas y los servicios de salud. De males de la cultura mucho hay que hablar, pero sería distraerse del imperativo, que sigue siento la identidad y el estatus.
País se define como una comunidad social soberana e independiente políticamente. No hay nada que buscar; si de la definición de la real Academia se refiere, soberanos para nada y políticamente independiente, menos. Que si podemos y debemos ser un país, es otra cosa. Y si no lo somos es por ese pánico ancestral al pequeñísimo y la insuficiencia, al menosprecio de la capacidad propia de regir el destino. El momento presente se agrava pues el ejercicio de autogobierno nos ha traído a este bochorno en que los poderes adjudicados se nos han quitado. Razón por la cual tantos en esta patria han aplaudido la llegada de la Junta por la desconfianza que media con los políticos, los partidos y los gobiernos que hemos tenido.
Nación se define como el conjunto de habitantes de un país, regidos por un mismo gobierno de igual origen, idioma y tradición común. Si no somos país, pues tampoco cualificamos para ser nación. Conjunto de habitantes si somos, un pueblo fecundo con una historia que no se nos enseña, regidos por una Junta Imperial. Tradiciones y idioma común sí tenemos, competimos en las Olimpiadas y los certámenes de belleza como Nación, en las virtudes de gobernarnos, nonines.
Estado se define como país soberano, reconocido en el orden internacional, asentado en un espacio definido y dotado de órganos de gobierno propio que integra la población de un territorio. Queda claro que estado no somos, aunque representa la aspiración de un sector sustantivo de la ciudadanía que encuentra solución en la anexión de Puerto Rico como estado 51. No es poca coincidencia que estén en mayoría en el poder ejecutivo y legislativo y que batallan a diario en su anhelo de convertir la Isla en parte de la Unión. Tampoco puede negarse que ganaron un plebiscito favorable a su causa, con una mayoría de 93% y adoptaron la versión tropical de Plan Tenesí remitiendo 7 cabilderos a Washington a “educar” a los congresistas sobre admitir a la Unión una patria en bancarrota.
Que la estadidad está a la vuelta de la esquina, más cerca que nunca. Si Pepe. ¿Hasta cuándo ha de tener credibilidad ese discurso? Los números dicen unas cosas, pero el ideal y la ensoñación son poderosos, sobre todo cuando se utiliza para seguir ordeñando una vaca famélica y deshidratada.
En esta encrucijada, en pleno 2018 del Siglo XXI, me resulta absolutamente inaceptable seguir siendo territorio, mucho menos retomar al coloniaje. Las repercusiones que ello tiene resultan patentes en la evidencia. Y si Patria tenemos y ser estado se nos ha negado con tanta insistencia, nos toca revestir de posibilidades la soberanía y constituirnos como país y nación, que con toda su amenaza e incertidumbre, es mejor que la sujeción indigna de ser un territorio no incorporado.
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