4 de mayo de 2018
El primero de mayo se conmemora el Día Internacional de los Trabajadores, cuando millones marchan en múltiples localidades del mundo en reclamo de mejoras a las condiciones laborales y denunciar las políticas y leyes que atentan contra el bienestar de los trabajadores. La manifestación que se llevó a cabo en el área metropolitana de San Juan fue convocada por siete organizaciones sindicales y estudiantiles, en reclamo ante la Junta de Supervisión Fiscal y las medidas que ésta ha propuesto en detrimento de la clase trabajadora.
El mismo tema que dio motivo a la manifestación del año pasado; de triste recordación, pues su carácter multitudinario se vio eclipsado por un desenlace de confrontación. Temprano en la mañana este año comenzaron a congregarse marchantes en Rio Piedras, Hato Rey y Santurce, unos para unirse en la Milla de Oro, otros para llegar al Capitolio. La congregación de Santurce se movió de acuerdo a lo planeado, en Hato Rey mediaron confrontaciones con un saldo de 20 participantes detenidos (algunos heridos) y 15 policías heridos.
El choque lo precipitó el desacuerdo en cuanto a una de las vías acordadas y degeneró en una confrontación de empujones, piedras, palos, macanas y gases lacrimógenos que sirvieron para dispersar la multitud. Allí estuve, aunque no presente en el lugar de la confrontación ni los arrestos, la amplia cobertura que dieron los medios noticiosos componen una imagen bastante clara de lo que aconteció.
Ingenuo sería pensar que el pasado año no sirvió de experiencia. Si algo me impresionó en el camino por la Avenida Ponce de León fue la cantidad de policías en las intersecciones, parapetados y bien equipados para un choque. Igual vi un regimiento de encapuchados de negro con bates y mochilas. El choque quedó ampliamente documentado por la cobertura mediática, con los consabidos comentarios de culpas y responsabilidades.
Soy Boricua, y como tal entiendo deber y responsabilidad ciudadana censurar las faltas y aplaudir las virtudes de nuestra cultura. Intento ser justo y razonable, convencido de que presumo de lo que carezco. No me amenaza la contradicción pues entiendo que es parte, al menos, de mi naturaleza. Me gusta la idea del sosiego, la calma y la prudencia al momento de decidir; igual pienso que nos reduce a la mansedumbre el renunciar a la cólera que enciende la indignación. Y está bien reconocido que los pueblos oprimidos tiene el supremo recurso del reclamo. La Declaración de Derechos de las Naciones Unidas hace claro el respeto de los derechos “a fin de que el hombre no se vea obligado al supremo recurso de la rebelión en contra de la tiranía y la opresión”.
Cuan oprimidos y sujetos a la tiranía estamos es parte sustantiva del debate y algo que dista de ser inmóvil. La marcha del 1 de mayo en Puerto Rico sirve como expresión ante la opresión que representan la toma del país por una Junta que sustituye las funciones de un gobierno electo. Sirve como protesta a las medidas de austeridad de esa Junta, que en vez de promover el desarrollo se ha situado como agencia de cobro. Sirve como protesta a las propuestas de esa Junta que obligan a poner empleados en la calle, recortar servicios esenciales de salud, el cierre de escuelas, la reducciones en las pensiones de retirados y la mutilación de la universidad del Estado.
Que si eso no constituye el golpe a la clase trabajadora, añadido los costos de vida con nuevos y viejos impuestos y las implicaciones serias que tiene la privatización de los servicios esenciales por favor me lo explican. La verdad es que nos la están haciendo bien difícil vivir aquí y cada vez luce menos alocada la idea de que media una conspiración para sacarnos.
No pienso ser una persona violenta, me gusta la idea de persuadir y procurar el acuerdo; y si de prevalecer se tratase la vida, que sea la razón la que gane, esa que no tiene genero, ni raza, ni condición de clase y que tampoco grita. Pero tampoco me gusta la mansedumbre y llevo en la mente una consigna ineludible: Los Imperios no ceden a menos que se les obligue y me resisto a ser un “Puertorriqueño Dócil
Preferiría la mesa de negociación a la que nos sentáramos como adultos responsables, pero esa opción se nos ha negado repetidamente. Castigan justos por pecadores y esperan que lo acojamos todo, con la resignación de un pueblo pacífico, respetuoso de sus instituciones, de una ley y orden que sirven para que caminemos apacibles a la opresión . Bien comentaba mi amigo Waldemiro que las medidas de la Junta Fiscal son bombas, con un poder destructivo de fácil cuantificación. Rafael Cancel,cuando explica los motivos de los Nacionalistas no aclara:“nos tiran balas y quieren que les tiremos flores”. En este caso podríamos decir: “nos tiran bombas y se quejan de que les tiremos piedras.”
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