Burundanga de Zocotroco
Confieso que en los últimos meses no he tenido motivos suficientes para atender el tema la cultura en que vivo; se ha convertido en una mogolla que cada vez me resulta mas incomprensible, fragmentada, individualista a ultranza, preocupada más por el good time y looking good que cualquier otra causa. Para quejas son demasiados los que opinan, como son demasiados los episodios de una vulgaridad que no amerita atención. Una inmovilidad en lo banal que bien me ha quitado las ganas de decir esta boca es mía.
Tras meses de intrascendencia me allego a La Condena de Fausto, concierto de clausura del Festival Casals 2024 y todo parece distinto. Poco conozco formalmente de música y de opera, me refugio en la urgencia de compartir un estremecimiento. Porque la resonancia del concierto y la puesta en escena de la obra todavía me tiene vibrando de orgullo patrio, que es el más que requiere redención, el que me despierta de mi letargo.
Me sirve igual para desempolvar viejos hábitos y tomar medida de los cambios. Se aproxima un cuarto de siglo que deje de escribir critica y me pregunto cuanto queda años después. Con certeza puedo afirmar que la pasión permanece, la curiosidad igual de insistente, quedan categorías, fijas por su lógica y pertinencia. Y el traducir eso a un escrito entendible y algún vuelo, bueno, pues eso es lo que me ocupa.
La Cultura Puertorriqueña, a juicio de este observador, tiene como todas, contrastes y contradicciones. El. mas prominente es la diferencia entre la política y las artes. Los primeros, con todas las figuras fulgurantes que hemos tenido, no han podido orquestar una respuesta digna y noble de esto que somos ni han podido alcanzar poder para determinar eso que queremos ser.
En las artes, vaya que decir que el contraste es abismal no es suficiente. Proponga usted el genero, ya sea la plástica, no hablemos de la música, las letras; hemos dado al mundo fenómenos. Para compensar los dolores de la incompetencia y la impotencia, aparecen respiros que devuelven la esperanza. En medio de tanta trivialidad aparecen eventos que muestran una calidad tal provocan eso que llaman conmoción estética. El gozo del espíritu que solo brinda la belleza de la creación artística en su más depura expresión.
La tragedia de Fausto tiene origen el el folklore alemán de un afamado curandero, insatisfecho con su conocimiento y caudal, hace pacto con el Diablo por poder y placer. Tema que llega a las letras en el poema de Goethe, clásico en la literatura universal. Una temática de eterna pertinencia que discute premisas como el sentido de la vida, los actos y sus consecuencias, la introspección, la relación con el entorno y el propósito de encontrar lugar.
El valor de una pieza de arte es la medida en que nos desafía y provoca a conocerla, a explicar con palabras la conmoción de lo que vi y porque me ha sacudido tanto. El modo en que se fue articulando la música, la trama, el canto con el movimiento de imágenes, que mas complicado no pudo haber sido, fue maravilloso. El diseño escénico hizo de todo, en un fluir continuo y una luces que fueron parte de la magia de la noche.
La música la resumo con generalidades que puedo afirmar como lego; la orquestación fue impresionante, así como el dominio del director Valdés. La conjunción de voces protagónicas, corales y la orquesta para mi fue mágica.
El diseño, luces y dirección escénica de Marcelo Lombardero y Matías Otálora y las luces de Israel Franco Muller logran montar un deslumbrante espectáculo visual, de fondo a el drama y las voces de Elba Ramos John Irving, Adrain Smith y Ricardo Sepúlveda. No hay duda que un espectáculo de esta categoría se beneficia de lo más granado en el genero; aportan generosamente los argentinos, así como John Irving y Adrian Smith, pero lo hacen también la inmensa mayoría del patio: el coro que dirige Carmen Acevedo, la mayoría de los músicos de la orquesta y el talento Lirico de Elba Ramos y Ricardo Sepúlveda, que se lucieron en sus interpretaciones. Sin dejar fuera el ejercito de producción que conlleva una puesta en escena como esta.
Lo que vi, oí y sentí la noche del sábado es algo mas que memorable. En medio de esta aridez cultural, la Maldición de Fausto me devuelve la esperanza. Somos capaces de producción un espectáculo que a mi juicio prejuiciado tiene lugar en cualquiera de las grandes salas del mundo. Igual celebro que el acoso de la demencia al momento no me amenaza. Pólvora queda, a veces faltan ganas.
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Copyright por José M. Umpierre.