Burundanga de Zocotroco
José M. Umpierre
Salud, Territorio y Patria
El miércoles 15 de junio, a un mes de cumplir 76 años, me desperté a media noche con un fuerte dolor de pecho. De inmediato llame a mi hermana que acudió presurosa con mi cuñado para llevarme a la sala de emergencia del Hospital Presbiteriano, más próximo a donde resido. Me atendieron, estabilizaron, y allí pasé la noche con el diagnóstico siempre tenebroso de un infarto.
Visto que en ese hospital no cuentan con facilidades para intervenciones cardíacas, me refirieron al Hospital Pavía en ambulancia, puestos que allí sí hay un centro con facilidades y facultades para atender el asunto. El jueves me hicieron un cateterismo para determinar que, desde el 2019 (cuando estuve sujeto al mismo procedimiento con resultados positivos), en espacio de tres años se me habían ocluido tres arterias, con suficiente restricción para que amerizase cirugía de tres bypasses.
La intervención se programó para el lunes, sugestivo de una severidad que afortunadamente nada sacudió mi estado de ánimo. Pasé el fin de semana en el hospital con la compañía grata de mi hermana mayor, junto con mi cuñado que acogieron la prioridad de mis cuidos, junto con el personal médico y de enfermería. El lunes, a las puertas del quirófano se determinó posponer la intervención pues la sala no estaba a la temperatura requerida de frío para minimizar riesgos de bacterias.
El martes me intervinieron y a la fecha de hoy, un mes después, puedo afirmar que fue exitosa, recupero a tono con lo esperado y confio me encamino a recuperar mi vida, mejor que antes de la cirugía. El periodo hospitalario coincidió con la polémica candente y recurrente de la migración y fuga de galenos al norte, tema y motivo de esta Burundanga a la que me aproximo con el nuevo entendimiento de ser ciudadano y paciente.
Territorio
A tono con mis obseciones, encamino la contención que el asunto de Salud está íntimamente asociado por la condición territorial y el sentido de Patria. No es nada nuevo que las colonias sirven para el enriquecimiento de la metrópolis y que uno de los métodos para lograrlo es en el ordenamiento económico y las condiciones laborales.
Es sabido que en los últimos 10 años, a raíz de una recesión económica y fenómenos de la naturaleza, se han ido medio millón de Boricuas al norte; una cantidad sustantiva y altamente preocupante es que una porción mayoritaria de esa migración es de los más educados, especialmente médicos. La reducción de un 36% de estos profesionales, entre el 2006 y el 2016, es mayor que la merma poblacional para ese término. La baja de la población en ese mismo periodo fue de 9%.
De acuerdo con datos del Colegio de Médicos Cirujanos de Puerto Rico, en los pasados tres años Puerto Rico ha perdido cerca de 1,400 médicos especialistas, o prácticamente el 50 % de los galenos que atendía a las distintas poblaciones del país. Las especialidades con mayor éxodo de profesionales son cardiología, cirugía de cabeza y cuello, cirugía pediátrica, medicina deportiva y médicos generalistas. En la Isla laboran sólo tres nefrólogos pediátricos y un endocrinólogo pediátrico de 10 que había en el 2015.
El estudio refleja que los “Índices Geográficos” para Puerto Rico, que sirven para determinar los pagos que reciben nuestros médicos por sus servicios a pacientes de Medicare y Medicaid han sido, son y siguen siendo los más bajos de la nación, incluyendo los territorios como las Islas Vírgenes y Guam. Una escala de pagos que ha sido determinante en la emigración de nuestros médicos, principalmente hacia los Estados Unidos.
En el Colegio Médico hay 10,500 galenos inscritos, solo 9,000 están practicando la medicina. Con una población de 3.5 millones de personas, esto significa que hay cinco médicos por cada 2,000 personas. En los últimos diez años 5,000 médicos han dejado de trabajar en Puerto Rico, la mayoría de ellos por haber mudado sus prácticas fuera del País. Cifras del Colegio señalan que mientras en el 2014 unos 365 galenos se mudaron de la Isla, en el 2015 le siguieron unos 500, mientras en el año seguido se proyecta la salida de 500 a 700 más.
Las razones de la emigración reportadas son: primero, una notable y en algunos casos, abismal diferencia en los pagos por sus servicios. La segunda causa es la diferencia en el tiempo y forma en que los médicos reciben sus pagos, además de lo difícil que resulta ejercer la profesión. Se estima que el médico se ha convertido en un obrero de la salud, donde sus criterios, educación y estudios no son los que guían sus decisiones y los criterios de terceros les son impuestos en forma unilateral.
Se especula que el 60% de nuestros profesionales ha estado o está considerando emigrar. Es notable que un 0% de los encuestados haya mencionado el problema de las demandas por impericia como el factor que les haya hecho abandonar Puerto Rico. Es también notable que prácticamente todos manifiesten tristeza y dolor por tener que abandonar su país y su familia. Muchos expresan que la situación es tal que llega el momento en que son sus familiares quienes les piden que se vayan y busquen mejores destinos para ellos y sus descendientes.
Las aseguradoras son señaladas como principalmente responsables por la baja compensación. Junto a los aumentos repetidos en los costos de electricidad, altos gastos operacionales y de equipos, así como onerosos seguros por impericia. Otro análisis encontró que fallas en los cálculos utilizados por Medicare y Medicaid para fijar los reembolsos a proveedores en Puerto Rico estuvo basada en el costo erroneo del alquiler de sus oficinas que afectan el bolsillo de los médicos y la economía del País. Por lo que Puerto Rico recibe $120 millones menos al año.
No puede pasar por alto que somos una población de acelerado envejecimiento. La salida mayormente de los más jóvenes y la reducción significativa en la natalidad precipitan que la edad promedio compita con las más altas del mundo, que también cala en el fenómeno y afecta la clase médica que envejece. Son muchos los que se jubilan sin que necesariamente se encuentre su remplazo, agravando las posibilidades de acceso a estos.
La consecuencia de una disminución de galenos, a una paso más acelerado que la pérdida de población general, se refleja en que las esperas para citas y consultas que se multiplican. Serio agravante ante emergencias y condiciones que requieren de atención efectiva y eficiente.
El gobierno ha hecho esfuerzos para retener la fuga con beneficios contributivos que no han logrado contener el sangrado. La prensa también reporta el agravante de un súper especialista del más alto calibre que lleva diez años esperando licencia para regresar. Dios mío! así estamos y sin embargo, ahí están los que, en contra de viento y marea permanecen.
Patria
Las razones para explicar las razones de la migración saltan a la vista, más complicado me resulta entender por qué se quedan. No dependo para ello de evidencia empírica, sólo con la impresión que me brindan la reflexión y la experiencia. A juzgar por mi sobrevivencia, puedo afirmar sin el menor titubeo, que los servicios que recibí fueron de la más rigurosa excelencia. El cateterismo del Dr, Antonio Orraca y la cirugía del Dr. José O’Neil hicieron posible que regresase al entorno familiar en 10 días. Lo que aconteció en las salas de cuidado intensivo y la atención de enfermería se añaden elocuentemente a una calidad de atención de primerísima categoría.
Conozco de la tendencia de atender estas condiciones en los centros especializados de gran prestigio en el Norte, estoy para atestiguar que nada tenemos que envidiarles. Estoy convencido de que en ningún centro hospitalario de ningun sitio del mundo tratan a uno de la calidez y el afecto que emana de nuestra cultura. Lo más que alcanza es para un honey cuando aquí es elocuente el mi amor y el cariñoso papito.
Lo que viví durante mi recuperación ha sido vital para mis motivos y deja una inmensa necesidad de expresar mi más profundo agradecimiento. La competencia y diligencia del cuerpo de enfermería raya en el poder de resucitar, como me sucedió allí, cuando comencé a desfallecer y saltaron a mi atención cinco enfermeras y enfermeros que me rescataron ante las puertas perladas. Menuda hazaña que ejecutan con la más excelsa dedicación.
Fueron varios los que me atendieron y claro que la memoria un mes después me ha de traicionar al intentar recordar el nombre de todos, razón por la que me inhibo de ser selectivo y excluyente. Razón por la que los señaló a todos pues la calidad del trato fue uniforme y sostenida. A todos va mi más sincero agradecimiento. Y los flanes que ofrecí han de llegar.
Imposible omitir en la ecuación el valor y la importancia extrema de los familiares y amigos que me han expresado los mejores deseos y vibras de aliento. Me confirman que son los intangibles lo que dan verdadero valor a la vida y los deseos de vivirla. Permanezco confiado de que el tiempo nos ha de dar la ocasión de celebrar; visto que esto no ha sido nada menor, pues así ha de ser lo festivo.
Lo que me trae a procurar una especulación de los que se quedan. Visto que el ladrón juzga por su condición, me aventuró a pensar que medía un sentido profundo de amarre a eso que llamamos Patria. La emoción que nos amarra a este terruño querido, que es tan fuerte como la ambición y el potencial de beneficio que supone al menos doblar ingresos y dejar atrás los atropellos y adversidades que supone quedarse.
Argumenta la sociología que en los asuntos migratorios suelen irse los más aptos, pues mire usted que lo mismo y mayor son los que se quedan. De eso doy fe con mi experiencia. No concibo lugar donde hubiese recibido la calidad de servicios que me han provisto en el Hospital Pavía. Por ello mi más genuino reconocimiento y la expresión reiterada de mi agradecimiento. Lo dije allí en mi fragilidad y lo repito ahora en franca recuperación, con ustedes se hace la Patria a la que aspiramos.
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