Dos asuntos embullen en la parte febril de mi mente. En primer lugar lo ocupa el resurgir del racismo virulento en la cultura norteamericana y las implicaciones que ello tiene para un territorio no incorporado, en segundo la iniciativa adoptada por la causa estadista de adoptar el Plan Tenesi y enviar sus delegados a Washington.
El revolcón que le dio a la psiquis norteamericana el reciente episodio de Virginia hizo muy patente cómo se divide la nación y cómo la confrontación anda en franca escalada. Los racistas solian enmascarase; hoy siguen cargando antorchas, sin el pudor de sus capuchas y con el mismo odio a viva voz. Turbas por asuntos raciales, en la nación más desarrollada, la más rica, la más poderosa, la más todo. Que vergüenza.
La amplitud de la cobertura mediática y la importancia de un asunto fundamental le ha dado prominencia en la opinion publica y seguramente tenga resonancia en los círculos de poder. El tema es de vital importancia en asuntos de territorios pues la esencia del colonialismo es el racismo. Como lo es la jurisprudencia que lo valida. Si se abre el foro de par en par y se procura a fondo el racismo, hay leyes que revisar en lo que aplica a la aplicación de derechos ciudadanos en los territorios no incorporados, particularmente el voto y debida representación.
El río está revuelto y los pescadores andan en barca. La ventaja real y aparente la tiene el sector estadista, que aprobó como parte de su plataforma y mandato de su triunfo plebiscitario, la adopción de la versión Boricua del Plan Tenesi de remitir representantes a Washington para cabildear por el ideal.
El sector que favorece la estadidad, con resultado avasallante de 97% ha tomado la accion correspondiniente de seleccionar los representantes que han de adelantar su causa. Lo que no dicen es que el 97% fue de un 23% de la población de votantes, ni que su participación se redujo del voto que recibieron en las elecciones recientes. Y mientras, las gradas contemplan a ver que tipo de recepción le dan a nuestros delegados, anticipando una pachotada que nunca la han de aceptar.
Mientras el Congreso Norteamericano no exprese su disposición de avalar los resultados de una consulta decisiva, todo es especulación. Una papel en blanco donde cada cual lee las señales de humo que pueda ver o no en el horizonte, da igual. Todo se presta para conjetura y especulación y cada cual interpreta la incertidumbre a su conveniencia.
Además de los obstaculos que median por motivos ideológicos y partidistas, está el debate entre los inmovilistas que proponen aqui no va a pasar nada y los optimistas que afirman todo lo contrario. Los inmovilistas se amparan que en palacio, despacio, que en tiempos de capital corporativo y el cabildeo poco importan las ideas y los derechos, que asuntos más apremiantes ocupan la nacion (como negarlo?). Que aquí no aplica eso de que: no hay mal que dure cien años , ni cuerpo que lo resista; el nuestro sobrepasa 500.
Los optimistas vivimos encadenados a la idea de qué, aunque lo peor es posible y que llueva mierda es inevitable, cuando el aguacero arrecia, lo mejor siempre es posible y algun paraiso espera a la vuelta de la esquina. Contra viento y marea se abraza uno a la convicción de que las ideas si tienen sentido, el amor es fecundo y que las palabras son tan importantes, aunque la gente no lea y prefiéralos muñequitos.
La convicción conduce a la imperiosa necesidad de ponernos de acuerdos, de procurar aquellos elementos comunes en que si podemos creer como conjunto y movilizarnos. Asi, masivamente, como lo hicimos con Vieques. El pueblo volcado en la calle, independiente de partidos o colores, con una voz en el reclamo de la autodeterminación.
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Copyright 2017 por Jose M. Umpierre.