Desde el Territorio No Incorporado
Elecciones: Allá y Acá
Allá
Despertar el miércoles 4 de noviembre a la declaración de victoria prematura de Trump y lo cerrado de la contienda me lanzaron a lo que mi socio californiano tildó de crisis existencial, obligándome a reconsiderar seriamente el modo en que miro y pienso. Mi anticipación y preferencia, tras seguir detenidamente la trayectoria del presidente Trump y considerar la multiplicidad de encuestas que perfilan actualmente el panorama periodístico norteamericano, era de una derrota aplastante. Esperaba la manifestación en las urnas de ese sector indignado, tirado a la calle a protestar, tanto por el discrimen racial, como por el derecho al voto y como por los desmanes del primer ejecutivo. En el ámbito de mi ensoñación figuraba una derrota indubitable. Esto no ha sido precisamente el caso.
Si algo positivo se desprende de la evidencia electoral es que el presidente Trump ha sacudido la conciencia política norteamericana y ha sacado de apatía a millones de personas, particularmente a los jóvenes. Esto se manifiesta en una participación sin precedentes, con nuevos records en la cantidad de votos al candidato demócrata (75 millones) y al republicano (70 millones). Quede consignado que Biden gano el voto popular y el voto de los colegios electorales.
Lo que si me sorprendió es que Trump obtuviese 48% de los votos de electores y 5 millones de más votos que en las elecciones del 2016, después de 4 años de incumbencia. Muy cerca de la mitad del electorado norteamericano patrocina a un bocón, mentiroso, acaudillado en negocios turbios y evasiones fiscales, que procura su interés en franco conflicto con las responsabilidades del puesto, y que no respeta las formas elementales de la decencia con un discurso primitivo, burdo e insultante. Que cerca de la mitad del pueblo votante de Estados Unidos endose a un candidato como este es para ponerse a pensar.
No creo que exista en la historia política norteamericana un mandatario que dedicase tanto esfuerzo y empeño en desacreditar el proceso electoral y de hacer contencioso el derecho fundamental que provee la democracia. Las acusaciones de fraude y trampa (rigged elections) han sido parte de su discurso desde que llego al poder, multiplicadas en los meses recientes. Argumentó al dedillo para justificar una derrota que se acallo con su triunfo previo.
Lo que fue una estrategia del Partido Demócrata del voto por correo inyectó la carcomiente incertidumbre de la espera. En el cierre de campanas Trump se dedicó a enardecer a sus huestes a votar el día del evento, con denuncias de fraude en el voto por correo y en eventos de propagación del virus. Biden acogió la política de voto por correo para los demócratas, por ser la conducta menos riesgosa de votar el día de las elecciones. Vista la diversidad en la reglamentación estatal para el conteo de esos votos en una elección tan cerrada, la consecuencia ha sido los días de angustia a la espera del conteo definitivo.
Al momento de redacción Biden prevaleció en Pensilvania, y acumula suficientes votos colegiados para declara victoria. La población latina del estado, compuesta mayormente de boricuas y dominicanos, es una parte pequeña del electorado de Pensilvania (las encuestas de salida anotan 4% de los votantes). A razón de 6/4 votaron por Biden. Los resultados en Florida difieren pues Trump gano, 52% de los latinos que votaron por él en los “exit polls”, aunque con menos éxito en los bolsillos demócratas donde radican muchos de los nuestros como Orlando y Tampa, y aunque el exilio cubano resulto poderoso en Miami.
Claro que faltan por ver las artimañas del presidente que amenaza con llevar casos de fraude a los tribunales; cosa que al momento no le ha generado éxito pues el escrutinio luce haber sido minucioso. Lo que levanta por ver es el próximo capitulo de su salida de la Casa Blanca.
Acá
Pedro Pierluisi del Partido Nuevo Progresista prevaleció en la contienda a la gobernación frente a Delgado Altieri del Partido Popular Democrático. Tras el conteo en 5,567 colegios electorales ubicados alrededor de la isla. Pierluisi logró 406,830 votos, para un 32.93%, mientras Delgado sumó 389,896, lo que significa 31.56%. Alexandra Lúgaro del Movimiento Victoria Ciudadana obtuvo 14%, Juan Dalmau del Partido Independentista el 14% y Cesar Vázquez del Movimiento Dignidad 7%. El margen de victoria fue escaso y Jennifer González, la candidata a la comisaria residente que fue la única que lo ganó holgadamente, pues sacó 229,000 votos menos que en el 2016.
El gobernador electo llega al puesto con las sombras de un cuatrienio en el que el líder de su Partido fue sacado a rabazos del Palacio de Gobierno, una juramentación fatula que el Tribunal Supremo desautorizo de forma unánime, a un partido dividido y resentido por primarias, y con escándalos de corrupción por todas las esquinas. Que ganase la contienda por una nariz y que acumule un 32% de la población electoral algo tiene de hazaña, mas la Victoria no deja de ser pírrica. Apunta que un 20% de los estadistas que concedieron el Sí a la estadidad, no votaron por su candidato.
Que el candidato popular lograse el 31% de los votos para la gobernación, más que sorpresa es confirmación del desgaste de esa organización. Confirma igual que la base de Partido Nuevo que salió a votar por el Sí le dio el escaso margen al candidato estadista. Cuatro años antes, su colega Ricardo Rosselló había ganado con el 41.8%, cifra que en ese entonces se considero baja.
Los resultados avivan el debate del fin del bipartidismo mayoritario y el advenimiento de un gobierno de sectores y coaliciones que ojalá nos saque del marasmo previo, pero que no está exento del riesgo de inmovilismo y torpedeo inmisericorde.
Y siendo, así las cosas, el lado cínico mío se pregunta: ¿quién querría gobernar un territorio no incorporado en bancarrota, abrumada en deuda pública, con un gobierno electo subeditado a una Junta Fiscal que controla enteramente el presupuesto y encima con dos terceras parte de la población opuesta. Algo tiene de masoquismo y es grande el potencial de suicidio político. Pero, alguien tiene que hacerlo y algún consuelo debe dar administrar 10 billones, aunque sea con permiso.
Añádase el nombramiento reciente de Justin Peterson, conocido como cabildero de los bonistas, que tiene un sabor amargo de retribución y una realineación de mano dura con dos nombramientos adicionales pendientes, que podrían evidenciar más aún la mala leche del presidente. Como se perfila la cosa lo confirma la predicción del recién desaparecido y estimado juez Juan R. Torruella que, ante las oportunidades presentes se iba a poner peor la cosa. Depositamos fe en que la elección de Biden cambie el curso de esas cosas por venir.
Estadidad Sí o No
Si para mí fue una sorpresa que tanta gente apoyara a Trump, mayor sorpresa fue el resultado de la consulta de Estadidad Si o No. El Sí alcanzo el 52% y el No 48%. Tras una consulta en el año 1917 en que la estadidad obtuvo el 93% de los votos emitidos, pues la cosa es muy distinta. Los resultados previos se explicaron fácilmente con 23% de la población ejerciendo su derecho al voto. El asunto del Sí o No, aunque no obtuvo entonces la bendición del Departamento de Justicia, si es la consulta reducida a su raíz mas elemental y un indicador del sentir de los puertorriqueños.
Para mí que los estadistas vinieron por lana y salieron trasquilados. La estrategia de movilización le alcanzo un margen exiguo para su candidato a gobernador, pero perdieron la legislatura, que deja de ser un escenario de dos colores.
La historia registra tres razones políticas que el Congreso ha usado en todos los procesos de admisión de nuevos estados:
(1) que los habitantes del territorio sean estadounidenses, que compartan los principios, valores americanos y forma de gobierno de los Estados Unidos.
Con el primer requisito cumplimos sin problemas; desde 1917 somos ciudadanos y la participación electoral en el transcurso del últimos siglo y lo que va de este son prueba fehaciente del valor del voto para nuestra población. No creo medien grandes problemas con la noción federada del estado.
(2) que la gente desee la estadidad expresando un apoyo mayoritario y consistente del pueblo.
Constatar cuanta gente desea la estadidad fue el propósito explícito del esta consulta. El resultado es que el Sí ganó con 52%. En la democracia el triunfo lo determina la mitad más uno, se llama mayoría simple. No hace falta explicar.
Lo que si me parece asombroso es que en el lenguaje de los estadistas es que constituye una expresión clara, sólida, clara, inequívoca contundente. La estadidad barrió y se empoderó por súper mayoría.
¿De veras? A una población que le han vendido pánico con la independencia por siglos, que recibe millones del gobierno federal, de la ciudadanía, y todos los beneficios ofrecidos no han logrado eclipsar los agravios que también nos profiere el imperio. Las tardanzas selectivas en la asignación de fondos, los insultos y el menosprecio del presidente (¿y cómo dejar fuera la Junta Fisca?), le han robado mucha simpatía al ideal de estadidad.
(3) Que el territorio tenga suficiente población y recursos económicos para sostener su gobierno y aportar al tesoro nacional , una economía robusta que facilite la transición
Población suficiente tenemos, suficiencia de recursos depende de quién, y cómo mira, la organización económica, particularmente este periodo neoliberal, nos mantiene en bancarrota, con retroceso económico en los últimos 14 años. Así que magnífico, que los estadistas vayan al Congreso con ese resultado, y que lleven sus anuncios de todos los beneficios que ofrece la estadidad a una población empobrecida, a ver como los atiende Mitch McConnel.
Aquí los vamos a estar velando, y entonces sabremos si en verdad el gas pela y la madama hace dulce de coco. Aunque cuidado, que Biden acaba de ganar la elección y entre sus promesas de campaña se alinea pro-estadidad y a los Demócratas le vendría bien promover el impasse legislativo con los estados de DC y PR. Tampoco se descarte el activismo de Nydia Velázquez y Alexandria Ocasio Cortez en la Cámara que mueven proyectos de descolonización.
Así que, nadie se duerma que hay entretenimiento para todos. El momento es muy fluido, cosas han pasado y no es ocasión para dormirse en las pajas. Los cambios políticos abren un mundo de posibilidades que bien deberían contribuir a que salgamos de esta condición indigna.
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