Sincronizar
a Ileana en “La Fortuna”
Mirada de reojo
que una vez fue de sorpresa
mirada desde afuera.
Manos a falta de caricias
huecas.
Son pocas las palabras
que el gesto confirma;
son pocos los gestos,
de los que se esperan.
Afuera,
alardes de sonido y luz
pueblan la acera;
el sol es un crisantemo
que se deshoja a secas.
Adentro,
el reloj se desplaza
por la habitación a ciegas;
tanteando con manecillas y latidos
su cara desierta.
Afuera,
las manos son otro opio
que a las masas embelesan;
los brazos se llenan de cuerpos
que no abrazan;
los pechos juegan a las tormentas;
las miradas son mudas, transparentes,
opacas de ilusión o de vergüenza.
La conciencia pesa como un siglo…
Tanto abrir el tomo en otro verso,
tanto doblar el lomo y que otro venda;
parece haber entre esfuerzo y logro
relación inversa.
A cada beso
sigue una factura;
un boleto a cada mano abierta;
y no hay pólizas para el alma:
se sobregira la esperanza
si es de emoción la deuda.
Qué poco cuesta
un egoísmo
cuando con nada se cuenta.
Y, sin embargo,
siempre
nos sorprende la existencia
con una mejilla tersa
y buenas nuevas.
Siempre algún amigo
nos desata la sonrisa
y nos archiva una pena.
Porque hay maneras
singulares
de querer
y hay primaveras
que despiertan las plurales,
las sencillas, las más viejas.
Hay que regalarle
un pegaso
a la razón,
y arrancarle el pigmalión
a la conciencia;
la vida no nos llega por mitades
para vivirla a medias.
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Copyright por José Muratti.